domingo 28 abril 2024
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Hemos olvidado saber escuchar y respetar al otro

La noticia y entrevista de portada sobre la participación de un grupo de antequeranos en el congreso de Solidaridad Internacional Trinitaria (SIT) nos ha dejado muchas reflexiones que van más allá de lo religioso y que son clave de lo que hoy vivimos y padecemos en el siglo XXI.

“Tenemos que decir a la gente lo que pensamos y escuchar. Nos falta, hemos perdido la dinámica de la escucha. No sabemos escuchar, queremos siempre escuchar lo que queremos. El diálogo es lo que construye una sociedad. Si antes de escucharte, sé lo que te voy a decir, no hay nada que hacer. Es un problema que cada vez está más presente en todo nuestro día a día”, nos destaca Simeón Matín Reiner.

Es algo que pasa desde cada hogar hasta las familias, grupos de amigos, colegios, trabajos, calles, colectivos y qué decir entre comunidades y países. Ahí surgen problemas como la guerra en Ucrania en la que falló la diplomacia y en la que se repiten escenas del pasado, siendo un fracaso para el mundo del siglo XXI.

Pero no nos quedamos ahí: la pandemia, el hambre, los asesinatos, el maltrato y tantos males que podríamos estar enumerando una y otra vez.

Vivimos en un mundo donde si no compartimos todo lo que pensamos, el otro es nuestro enemigo. No se puede tolerar que alguien piense diferente a mí o que no me diga lo que quiero escuchar. En muchas ocasiones, más de la cuenta, nos arrinconamos por el poder que tiene esa persona, colectivo o país: dinero, decisiones, energía, armas, influencias… y así surgen las guerras y los odios.

Vivimos también en una sociedad donde ya todo vale y no nos acordamos de los demás hasta que los necesitamos. Si me va bien, no me preocupo del que no tenga esa suerte. Estamos llegando a una situación que cualquier día a un desalmado se le puede ocurrir una barbaridad y provocar desde la tercera guerra mundial hasta aniquilar a gran parte de la población.

Por eso hay que sacar el lado bueno de las cosas, decirlo, compartirlo y que circule como siempre se hace con lo negativo. ¿Por qué no se comparten las alegrías, las buenas acciones? Nos lo preguntamos una y otra vez.

Hemos llegado a una sociedad en la que no se escucha, no se hable ni se dialoga. Los móviles arrebatan las conversaciones familiares. Los mensajes las llamadas de teléfono o las conversaciones entre personas. Ya lo advierten psicólogos o centros de adicciones: el mal uso de las nuevas tecnologías está arruinando el día a día.

Por eso, si no lo han hecho, lean la entrevista de este sábado y miren cómo un colectivo religioso busca la libertad, ya sean cristianos o musulmanes, porque entienden que todos somos iguales.

Ojalá en estos tiempos que se nos avecinan de campaña electoral andaluza, los políticos aboguen por proponer y no en los fáciles discursos de la crítica fácil al otro. Somos muchas veces lo que vemos, y pocas veces escuchamos a algún líder proclamar buenos consejos y sensatez.

Ojalá recuperemos los valores de la compostura, del saber estar, de escuchar y cuando nos van bien las cosas, ayudar al que nos necesita. Escuchando, bajándonos del pedestal, viviríamos en un mundo mejor. Al final son pocas las diferencias que tenemos, sólo la de lo que pensamos que intentamos imponer. Ahí es cuando surge lo que hoy padece este mundo que se ancló en el egoísmo.

 

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