viernes 22 noviembre 2024
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Tiempo de abuelos y de niños en Navidad más que nunca

El sillón de los abuelos no entra ya en los planes del piso cómodo. Se acerca la Navidad, una época en la que crecimos alrededor de un salón con una mesa camilla con candela, con el abuelo sentado y la abuela agasajándonos con sus ricos manjares, que eran esos mantecados de la Perla a los que el abuelo, cuando ella se iba, nos guiñaba y nos ofrecía una copa de Anís Torcal.

Los hijos, ya convertidos en padres o cabezas de familia, priorizan en muchos casos ya, su vida, su vida y su vida. Dejan a un lado, en muchos casos, a los padres, a los abuelos. Hay quienes faltan ya los dos, uno, o el que está en una residencia o sin movilidad ni decisión como antes. Dicen que es Navidad, y así lo intentaremos celebrar, pero ya las figuras no son como las de antes.

A la figura familiar de abuelos, padres, hijos y nietos, se ha girado por completo con tres elementos. Uno, la pérdida de la voz de los abuelos. Dos, las separaciones y divorcios han llevado a crearse otros núcleos de reunión y familiares. Y tres, es un rollo estar en casa de los abuelos y cantar villancicos con los juegos y chistes de siempre. Los más jóvenes, llegan tarde, comen y se van.

¿Qué nos está pasando? No es sólo cosa de Navidad, lo es de todo el año. La familia, la sociedad, y con ellas la Navidad, se ha roto. Los niños que crecieron en la época del hambre y la Guerra, lo dieron todo a sus hijos. Ahora son estos últimos los que toman el timón de la Navidad y de todo el año, pero parece que en muchos casos, no asumen su edad, que han crecido y su responsabilidad.

Los abuelos, los padres, con tan poco, dejaron un legado recordado y querido. Tras ellos, nos ha tocado coger la primera línea. En ella, nos atrevemos a preguntar: ¿qué ven nuestros hijos de la estructura familiar que hemos creado, de la vida a la que hemos llegado y de la Navidad que ofrecemos?

Vamos a dejar el asunto que nos llena en nuestras cavilaciones de cómo será la del 2022 y qué nos trae el 2023. Y busquemos el nuevo portal de Belén. Habrá una familia, un pariente, un amigo, alguien muy cercano, al que no le abran las puertas de los lujos de hoy y no pueda subirse al carro de los lujos de nuestros días. ¿Abrimos los ojos, vamos en su búsqueda y le ofrecemos estar con nosotros estas fiestas?

Los niños. ¿Hay alguna pareja que quieren ser padres y no pueden? ¿Los hay que no quieren y pueden? ¿Los hay que los tienen y no saben? Entre ellos surge ese amor en forma de sobrino o hijo, a los que todos tenemos la misión de recibirlo, prestarle atención y dejarle que descubra la vida paso a paso. No hay prisa.

Esos jóvenes. ¿Se le quieren más por más que se les dé? ¿Nos hemos sentado y hablado con ellos sobre cómo están? ¿Darles todo es la mejor opción? La respuesta estará en nuestra conversación pendiente.

Los adultos. ¿Aprenderemos a dejar de ser el centro de todo y escuchar al que tenemos al lado? ¿Ha llegado la hora de valorar y poner en su sitio a nuestros mayores y quitarles en vez de darles más problemas?

La vida. ¿De verdad que nos quedamos tranquilos haciendo un regalo y dando un abrazo en esa comida de compromiso y cortesía? 

Estamos seguros que no. Hay tiempo de cambiarlo todo, pero hay que empezar ya. Es como el cambio climático… ¿cuántos avisos nos tienen que dar para que actuemos de una vez? ¿Nos ponemos a reaccionar de una vez?

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