sábado 4 mayo 2024
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Tercer domingo de Adviento, ciclo A, 11 de diciembre

Estamos en el domingo llamado de la alegría, porque desde el arranque de la antífona de entrada se nos dice: “Estad alegres en el Señor; os lo repito, es-tad alegres”. Invitación que también nos recuerda san Pablo desde la cárcel en la segunda lectura: “Estad siempre alegres en el Señor”.

Y alegría que Isaías extiende a la naturaleza: “el desierto y el yermo, se regocijarán, se alegrará el páramo y la estepa”. ¿Cuál es el motivo de tanta alegría? Isaías responde: “Porque vuestro Dios viene en persona, os resarcirá y os salvará”.

El amor de Dios que nos envía a su Hijo hecho hombre,es la fuente de nuestra alegría. Alegría que viene a ser la cara externa de la fe en Cristo Jesús. Pero he ahí que el evangelio nos pone ante la sombra de la duda. Duda que,como Juan Bautista, todos experimentamos alguna vez. Juan está en la cárcel por su fidelidad a la Ley. Conoce a Jesús y espera que muestre su poder. Pero Jesús no acaba de mostrarlo que Juan espera. Y Juan envía dos de sus discípulos a preguntarle: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”

Y ante esa pregunta, Jesús muestra las obras que está realizando: “los ciegos ven, los sordos oyen y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia”. E indica que se están cumpliendo las Escrituras, pero no con la espada y la venganza, sino con la misericordia, por lo que la bienaventuranza está en aquellos que escogen el camino que él trae y no se escandalizan. 

Se cuenta de la Madre Teresa de Calcuta que una persona, tras asistir una de sus conferencias, se le acercó y dijo: Hermana, yo no creo en Dios. Soy ateo. Pero le aseguro que si Dios existe, debe ser muy parecido a usted.Jesús dice a los discípulos de Juan: Mirad, miradme y mirad mis obras y escuchar mis palabras…

Por eso, cuando transitemos por el desierto de la duda, acudamos a Jesús, como hizo Juan. Juan espe-raba que sus discípulos le llevaran la palabra de Jesús. Y Jesús los invitó para que le transmitieran sus obras y palabras. Obras y palabras que todos hemos de conocer e imitar.

Que la lección de Juan y Jesús alimente nuestra fe con la alegría del evangelio. Ya que creeres poner a Cristo en el centro de nuestro corazón. Él, y sobre todo Él, es el manantial de nuestra alegría. Sus obras y palabras son el camino que nos alcanza la perfecta alegría. Si así actuamos, viviremos la alegría que no se mustia, la que brota de la fuente que mana y corre, aunque sea de noche.

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