Por suerte en Antequera, como en toda España, los cristianos no están en catacumbas y pueden expresar su fe públicamente. Algo que tiene que ser aprovechado en todos los ámbitos. Nos llamó la atención el mensaje del trinitario Antonio Elverfeldt en el Pregón del Martes Santo: tienen una imagen del Señor del Rescate, pero para culto interno, no les dejan en Marruecos poder procesionarla ni darle culto público.
¿Y para qué sirve la Semana Santa? ¿Para qué la Cuaresma? ¿Y para qué las cofradías? Algo que todo cofrade sabe y dice, pero ¿se llega ese mensaje a la calle, a la acera, al devoto, al vecino?
Estamos seguros que esa formación que exige el Obispado, esa labor de los hermanos mayores, de los responsables de Liturgia y Caridad, se palpa en los senos de las Directivas, cofrades y cuerpos procesionales.
Tenemos la suerte de disponer de libertad religiosa y en esta Cuaresma se tiene que preparar ese canal de evangelización. Con el paso de los años se le han sumado otros aspectos: culturales, folclóricos, turísticos, mediáticos… Todos muy positivos, pero que no tapen el fondo. Si no, se procesionan piezas de museo y no obras religiosas.
El mundo cofrade, como toda la sociedad, experimenta cambios. Hoy en día hay una fuerza inversora en patrimonio, con templos y enseres inimaginables en los años 80 y 90 cuando se vivió la época dorada de las cofradías. Habrá que parar y pensar si se promueve también esa acción social interna.
Mientras, los comercios se visten de gala para ofrecer todo lo que necesitan los cofrades: indumentaria, calzado, telas, túnicas, cera, pintura, carpintería metálica, decoración, ornamentos, flores, música…
Y el cofrade acude a los templos para acompañar a los titulares en sus triduos, quinarios y septenarios. Ahí es donde surge la necesidad de procesionar a las imágenes titulares. Sin celebración de la Eucaristía ni devoción, no tiene sentido la procesión.
editor
Es obvio que las directivas buscan incentivar la siembra de fe en cada hermandad. Esos niños que nacen y se ofrecen a una imagen nada más salir del Hospital. La medallita o estampita que se les hace llegar. Acudir a la preparación de los sacramentos, a encontrar la esencia de la devoción, a hacer familia y seguir con los pasos de quienes nos llevaron hasta ese momento.
Y se reparten carteles, cartas y obsequios de la preparación del día grande de la procesión. Y se participa con la parroquia en los cultos especiales. Y se hace salir el sol en el momento que cada trono sale a la calle.
Los cofrades tienen que ser identificados, no por sus insignias, sino por su forma de vivir ni usar las redes. No porque cuestionen al otro o piropeen a una imagen, sino por pasar desapercibidos por una calle, dejando el rastro de un cristiano comprometido.
No es el caso de la mayoría de las directivas de nuestra ciudad, por suerte, pero hay que buscar la devoción, que los barrios se sientan identificados en ese encuentro esperado entre las imágenes y la devoción que les hace dar sentido a las cofradías.
Estamos a menos de un mes, aún hay tiempo de limar asperezas y reencontrarse con la esencia de la fe. Esa fe que se vive cualquier día a solas en el templo, rezando ante esa imagen. Es la intimidad que hay que compartirla públicamente como ejemplo, como sentido no de la Pasión, sino de la Resurrección que debe ser la Semana Santa.