viernes 29 marzo 2024
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Segundo domingo de Cuaresma. Ciclo A: Que finalice la guerra

Tras las fiestas del carnaval, con el trasfondo de esa guerra con Ucrania que ya ha matado en un año a más de 20.000 ucranianos. Aquí a todos nos revuelve el estomago y gritamos con el Papa Francisco: “Basta ya, finalice la guerra dejen de matar vidas inocentes sin esperanzas.

En el trasfondo de este domingo está también el besamanos al Jesús Nazareno Rescatado que en Antequera y en muchas comunidades trinitarias hemos celebrado el pasado primer viernes de marzo. También tenemos el trasfondo de cofradías y hermandades que en estos días están celebrando sus triduos y quinarios expresando esa fe popular del pueblo que levanta su mirada hacia su Cristo y su madre la Virgen María.

Y en medio de toda esta realidad que hoy vivimos, en el Evangelio de esta semana se nos presenta un Jesús un tanto cansado por su trabajo y por toda esa multitud de gente que le acompañaba. El Maestro necesita un tiempo de descanso, de silencio y oración. Así el Señor junto a sus tres discípulos preferidos, Pedro, Juan y Santiago, suben al monte Tabor, para orar, para encontrarse con Dios, para hacer revisión de su vida y programas para el futuro.

Imaginemos a Jesús que en esos momentos siente el trago amargo que ha de pasar ante su muerte próxima. Pensaría tal vez en los anuncios de su muerte, presentimiento terrible y angustioso. Y entonces, cuando Jesús empezaba a sentir el miedo y el frío, se transfiguró. Jesús no sólo siente la cercanía de Dios, sino la inmersión en Dios que lo penetra, dentro de la nube luminosa, ungido nuevamente por el Espíritu. Sus sentimientos de miedo o tristeza se transforman en seguridad y alegría.

Hoy en medio de nuestros miedos, crisis, tentaciones y pecados, Jesús nos invita a subir a nuestro Tabor. Recordemos que Tabor significa montaña alta. Significa esfuerzo superador. Significa elevación, conquista de ideales. Significa purificación, respirar aire limpio, un poco más cerca del cielo.

Dios nos invita a subir, como a Moisés, como a Elías, para escuchar su palabra y encontrarnos con Él. Subir es una vocación. Hay que superar la comodidad, la rutina, los caminos trillados, el ambiente corrompido. Hay que empezar a soñar, a buscar nuevos ideales, a luchar por causas más nobles, a exigir más.

En el relato de la Transfiguración, el evangelista Mateo nos señala que junto a Jesús aparecen Moisés y Elías, tal vez como representantes de la ley y los profetas: No tienen el rostro resplandeciente, sino apagado. No se pone a enseñar a los discípulos, sino que “conversan con Jesús”.

Pedro, sin embargo no logra intuir el carácter único de Jesús: “Si quieres haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. A cada uno su choza. No sabe que a Jesús no hay que equiparle con nadie.

Los discípulos caen por los suelos “llenos de espanto. “Les da miedo “escuchar solo a Jesús” y seguir su camino humilde de servicio al reino hasta la cruz. Es el mismo Jesús quien los libera de sus temores. “Se acercó” a ellos como el bien sabía hacerlo; “los tocó” como tocaba a los enfermos, y les dijo: “Levantaos, no tengáis miedo” de escucharme y de seguirme sólo a mí.

También a los cristianos de hoy nos da miedo escuchar sólo a Jesús. No nos atrevemos a ponerlo en el centro de nuestras vidas y comunidades. No le dejamos ser la única y decisiva Palabra. Finalmente el Jesús transfigurado recordemos que es el mismo Jesús quien nos puede liberar de tantos miedos, cobardías, cobardías y ambigüedades si nos dejamos transformar por él.

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