Me refiero a su balneario, aunque pienso dedicar también algunos párrafos al pueblo de Panticosa. Empecemos por el enclave en el que se encontraba, dueño y señor del valle, el célebre balneario, cuando lo visité por primera vez allá en la última década de los 60 del siglo pasado… Era un brillante reducto recatado, silencioso y muy suyo. Su historia se “relamía” al presumirde personajes ilustres que habían estado o pasado por allí: Alfonso XIII, Alcalá Zamora, Ortega y Gasset, Ramón y Cajal, Primo de Rivera… Y se recordaban sus famosas fuentes y los beneficios para la salud de sus aguas, conocidas ya en la época romana. El balneario ha pasado por distintas épocas, aunque su historia documentada se remonta a 1286; el balneario está a unos 1.630 metros de altitud; se accede al mismo por una tortuosa carretera que lleva a las orillas del Ibón de Baños, siempre con agua que baja caprichosa y saltarina de los altos picos.
Mis incursiones a los terrenos del balneario se iniciaron hace ya muchos años, y he visto la transformación de aquel balneario, perla del valle de Tena, y orgullo español de este lado de los Pirineos, aunque parece ser que el lujo francés viajó también a esta parte española. Así hube de aclararle una noche de noviembre de hace muchos años, a dos alpinistas franceses perdidos en aquel balneario abandonado y oscuro: no están ustedes en Francia están en España, y les ofrezco bajarlos en mi coche –totalmente gratis– al pueblo de Panticosa, para que lleguen ustedes a una zona civilizada, con teléfono y otros servicios.
Otra vez, recuerdo la excursión que hice de día al lado francés; salí de España y estuve andando un par de horas “hacia Francia”; recuerdo muy bien que estuve acompañado por mi amigo vasco, Fernando Sunyer, y por su mujer Blanca Mc Lennan, de origen escocés; formábamos un grupo numeroso en el que iban nuestros hijos. Todo era muy andable, sin vértigos; de esta forma lo calificó Merche quien también nos acompañaba.
Ha habido otras ocasiones en las que me he acercado a lo que un día fue el balneario; quise siempre hacer memoria de “mis” lugares pirenaicos. Cuando me he acercado con amigos que visitaban esos lugares por primera vez, les he hecho saber que la subida por aquella angosta carretera, me producía el mismo pánico que a ellos… Ello no me impedía hablarles y distraerles contándole mis historietas…
La última vez que he surcado esas interminables curvas ha sido muy recientemente; todo está cambiado. El grupo NOZAR se ha hecho cargo de modernizar aquel recinto, y a ello se está aplicando con esmero, tras no pocos altibajos de los años pasados. Aparece poderoso el hotel, anunciando a bombo y platillo su spa, y todas sus comodidades, y se conserva el elegante edificio del Casino, junto con las ruinas de otros edificios (fuentes, ¿quizá?), algo descuidados.¡Cuántos siglos han transcurrido desde que Pedro I de Aragón decidió ceder al quiñón de Panticosa la propiedad de aquellas tierras para el establecimiento del balneario en 1286! Algo más tarde, en plena Edad Media, la subida al balneario fue considerada como muy peligrosa por la frecuente caída de aludes. Y esta fue quizá una de las veces en la que el balneario quedó en el olvido.
El pueblo de Panticosa, situado unos 8km más abajo, merece una mención especial; la primera visita la hice en el año 1967. Me pareció ver un pequeño pueblo con una gran casa construida por la gran tía Tote –madrina de Merche– con apartamentos independientes para todos sus hijos los Marín-Retortillo Baquer. Hoy día, he sabido que los Marín-Retortillo Baquer y sus herederos siguen habitándola, habiendo comprobado con mis propios ojos el “lujo” de poseer la “Estación” de Esquí de Panticosa, con su único remonte y su única pista, pero integrada en elgrupo Aramón, junto a otras estaciones de esquí de “fuste”, como Cerler y el Formigal. Mientras, Astún y Candanchú, en el valle del Aragón, languidecen…