Cargando esa cruda realidad humana y social que atravesamos de guerras y luchas políticas por el poder, comenzamos el primer domingo de Adviento. Recordemos que el Adviento es el primer periodo del año litúrgico cristiano, que consiste en un tiempo de preparación para el nacimiento de Cristo. Los fieles lo consideran un tiempo de reflexión y de perdón que nos pone en camino a la Navidad con Jesús en medio de nosotros
El término adviento viene del latín “adventus”, que significa venida. El adviento es un tiempo de alegría y agradecimiento por el advenimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Estas cuatro semanas que preceden a la Navidad son una oportunidad para prepararse en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor.
Durante el adviento, en las iglesias y en algunos hogares se coloca una corona de ramas de pino, llamada “Corona de Adviento”. Esta corona tiene cuatro velas, una por cada domingo de adviento. Se encienden progresivamente, una cada domingo, al hacer la oración en familia.
Hay una pequeña tradición de adviento: a cada una de esas cuatro velas se le asigna una virtud que hay que mejorar en esa semana, por ejemplo: la primera, el amor; la segunda, la paz; la tercera, la tolerancia y la cuarta, la fe.
En el evangelio de este domingo, Jesús nos reitera la necesidad de velar. Recordemos que la vigilancia es una consecuencia del deseo y la esperanza. Un deseo grande nos mantiene siempre despiertos, en el corazón se entiende. Tengamos en cuenta que lo que verdaderamente un cristiano desea es esperar no a que le toque la lotería, o una fiesta pasajera, sino lo que verdaderamente desea es la venida del Señor a su vida de cada día. Una venida que es cierta en cuanto al hecho, pero dudosa en cuanto al tiempo y las circunstancias. Por eso insiste Jesús en que velemos pues no sabemos el día ni la hora de su llegada.
Velad es el imperativo que más se repite en este domingo. Velad, porque cuando se espera algo tan importante y alguien tan querido no se puede dormir fácilmente.
Velad, porque los tiempos no están marcados. El Señor ha de venir. Él viene siempre, pero no sabemos el día ni la hora. A veces se anticipa a nuestra búsqueda, a veces se hace mucho de esperar. A veces viene a la hora temprana de nuestra vida, a veces casi al final.
Velad, porque no sabemos cómo se va a manifestar o donde se va a manifestar. Puede que venga como gozo o como dolor, como luz o como inquietud, como amigo o como pobre, enfermo o encarcelado. Y puede llegar cuando rezas, cuando trabajas o descansas, cuando estás sólo o cuando compartes con los demás, cuando lo esperas con anhelo o cuando menos lo esperas.
En esta hora de rapidez y eficacia, de móviles, de políticos con ideologías que nos alejan de la humanización y fe en Dios, pensemos que como cristianos, nada está perdido. No podemos de pronto sentirnos bien con nosotros mismos, pero podemos reaccionar ante esos caminos equivocados de guerra, poder y corrupción que hoy se nos presentan. Hemos de preguntarnos qué es lo que hemos descuidado hasta ahora, que es lo que tenemos que cambiar, a qué tenemos que dedicar más atención y más tiempo.
Finalmente pensemos que las palabras de Jesús están dirigidos a todos: “Vigilad”. Tal vez hay que hacer un hueco en el corazón para buscar a Jesús y tomar una decisión de cambio en el rumbo de nuestra vida. ¡Feliz tiempo de Adviento!