Aquí está, ya llegó. Hace unos años nadie lo hubiera pensado ni en sus peores sueños. Puestos en el mediodía de este primer mes de 2024, los peores presagios parecen estar gestándose para que salgan a luz. La ley de Amnistía viene a castigar y a condenar al Gobierno que plantó cara a los que dieron el Golpe al Estado aplicando el artículo 155. Todo cuanto se hace y se dice queda envuelto en el mantra de un gobierno eficaz que se apropia de las palabras diálogo y progreso sin tener en cuenta los daños colaterales.
Lo ocurrido en Cataluña, en aquel aciago Octubre, ya se ha convertido en el peor de los ataques a la España de las últimas décadas. Sin embargo, la Amnistía, inmoral a todas luces, va a obligar a que todos los españoles tengamos que aceptar que aquellos prófugos de la justicia nos obliguen a ponernos de rodillas. Una vez más, el mundo al revés. Darse actualmente una vuelta por un plató de televisión, comprobar la prensa en papel y digital y asistir al diario de buena parte de la basura que expulsan las redes sociales, nos permiten comprobar que no hay marcha atrás. Las personas están a otras cosas, a otros intereses. De haber nuevas elecciones Pedro Sánchez ganaría por mayoría.
Así las cosas, coherencia, sentido común, conocimiento de la Historia más moderna y la puesta en valor de la ética y la moral son hechos que no podemos asociar a la España de estos últimos años. Con esos ingredientes es de libro entender que los que están en el gobierno no sientan vergüenza ajena de atacar frontalmente la Transición. ¿Cómo es posible que los jueces, fiscales, ciudadanos y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que defendieron la legalidad ante la ilegalidad puedan estar siendo atacados y presionados hasta querer conducirlos casi al cadalso? Pues eso, tenemos en el Gobierno, efectivamente elegidos democráticamente, a herederos de ETA e independentistas (todos ellos muy demócratas, pero estómagos agradecidos) que han sedado al ciudadano español ante la ignorancia, el pasotismo y la confirmación…
Sí, es duro decirlo y explicarlo, pero así es. España está a las órdenes de un fugitivo que está cogiendo por las gónadas al presidente del Gobierno al que utiliza como una marioneta sin que le importe un pimiento, pues lo más relevante es estar en el sillón. ¿Alguien protesta? ¿Está la juventud entendiendo lo que está pasando? ¿Está comprendiendo la misma Policía la humillación que puede llegar a sufrir? La respuesta es de un no rotundo.
La sociedad de la inmediatez, del aquí y ahora, está jugando con otras cartas. Y, sin dar más vueltas, nos hemos tragado el entender el mundo al revés: tenemos que aplaudir al que nos roba antes que ir a denunciar a Comisaría; tenemos que sentir pasión por quién nos ocupa e invade nuestra morada antes que echarlo a la puñetera calle. Y, aunque nos enteremos, nos sigue dando igual. De seguir así y ante las fechas pasadas recientemente, se me ocurre pensar que para el año que viene no habrá cabalgata de los Reyes Magos en toda España. Será la cuadrilla liderada por Puigdemont y todos sus palmeros y secuaces los que como Reyes Magos, con sus correspondientes pajes, se pasearán por toda España estando obligados los ciudadanos honrados a arrodillarnos al paso de la comitiva, depositar las cartas en las urnas que utilizaron, y pedirles perdón por el trato que les dieron tanto el Ejecutivo como los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
Lo dicho, o no lo vemos o estamos al margen de todo. España, entregada a la vigilancia de Europa, se ha bajado los pantalones de manera vergonzosa, inadmisible, inaudita y los españoles, con los estómagos llenos, ayudas por doquier y garantizándose el buen vivir no piensan en otras cosas. Entretanto, Pedro Sánchez, que tiene buena prensa en el contexto europeo, anda de paseo publicitando su libro que es una auténtica vergüenza y diciendo que el referéndum no entra en el marco constitucional… En fin, que se hará. ¡Qué más ataques en nuestras narices tendremos que soportar! Pues los que nos echen. Así es la vida y así somos.