Familiares y amigos recordamos la guasa de aquel hombre cada vez que –simulando una oración desesperada–, levantaba manos y ojos al cielo clamando: ¡Baja, Juan! A Juanma Moreno –menos payaso– se le ha visto un gesto análogo en Dubái (Cumbre del clima): “Necesitamos que el planeta nos atienda”. ¡Tierra, ten piedad! viene a significar.
Su rogativa no tendría nada de cómica si fuera menos cósmica: No se imagina uno al Caudillo (es un poner), elevando preces al cielo para que le llovieran pantanos. Se los pedía al abuelo de Ana Torroja que, –retomando un ambicioso plan hidrológico rechazado por las Cortes republicanas (1933)–, le preparaba una inauguración para cada NO-DO. Tampoco es probable que sea precisamente “el planeta” el que, haciendo retroceder el desierto, ha convertido Israel en una huerta.
Aquí parecen haber descubierto al fin que la España seca de toda la vida, por “su singularidad climática e hidrológica”, tiene una especial vulnerabilidad: ¿acaso no estáis viendo secarse pozos o encinas centenarias? ¿Cuánto tiempo llevan las agencias internacionales del clima diciendo que esto iba a más? Quiera Dios que no sea del todo cierto ¿pero y si lo es?
No es la primera ni será la última vez: En la Mancha (Daimiel) está el pozo más antiguo de Europa… y es un pozo fortificado: Aquellos cabreros de hace seis mil años (cultura de las matillas, edad del bronce) se mataban por el agua. Así que esto no es nuevo: el llamado “evento climático 4.2” (entre el cuarto y el segundo milenio A.C. si he entendido bien) se llevó por delante civilizaciones enteras.
Mañana –negacionistas o no (galgos o podencos)–, va a dar igual cuando se seque el grifo. Pero, a diferencia de aquellas sequías bíblicas (1 Reyes 17,8…), hoy para ese problema ya hay solución.
Lo malo es que para esta solución técnica hay un problema: ¿Estarán estos políticos dispuestos a priorizar el tema –aparcando su polarización–, antes de que nos veamos con (la falta de) el agua al cuello? ¡Baja, Juan! Y, si no Juanma, Pedro; el que sea; pero ya.