En la jornada de la celebración de los Goya seguimos siendo testigos de la avalancha de tractores y camiones, agricultores y agricultoras, gentes del campo, que se han echado a la calle. Bien es cierto que no han sido los pioneros y una vez más, a imagen y semejanza de sus vecinos los galos, han dicho que hasta aquí hemos llegado.
Estamos ante una de las realidades silenciadas durante años, durante décadas, y lo que queda por ver. Nos referimos a la situación de empobrecimiento del campo. En un escenario tan extraordinario como es España cuesta creer, pero lo vemos a diario, que sean los agricultores los grandes perjudicados. Sí, lo son. Por el contrario, esa enorme multitud de intermediarios, advenedizos de la agricultura que gestionan las cooperativas, se lo están llevando una y otra vez bien calentito.
Es inadmisible que los agricultores que trabajan los 365 días del año vean, por poner un sólo ejemplo, que un kilo de limones se les pague a 0,20 céntimos de euro y por el contrario en el pequeño supermercado y en las grandes tiendas estén a 2 euros.
¿Dónde reside el problema? De nuevo en la ineptitud e ineficacia de buena parte de la clase política que gobierna para la foto, para su bolsillo y para controlar en todo momento el sillón de la Moncloa. Estamos de nuevo ante una oportunidad única, de oro, para fijar una recalificación de los puestos de trabajo y de la jornada laboral. Cierto es que será una medida nada populista, pero si muy eficaz a largo plazo.
En España y en la Europa ausente no podemos seguir con políticos con falta de gónadas para establecer que los que más sufren, los que más siguen luchando a diario para que nuestras mesas y nuestras cocinas se llenen de los mejores artículos sigan siendo los más desfavorecidos. Desde este mismo momento se hacen necesario medidas como el que sean los agricultores los que fijen el precio del producto y no los grandes intermediarios para que así se enriquezcan las grandes compañías. Los agricultores ya tienen bastante con el problema del agua y de las condiciones meteorológicas. Condiciones que únicamente niega, en un halo de incredulidad, el locutor Jiménez Losantos.
Y de igual forma, desconozco el responsable, España no puede seguir siendo un escenario donde algunos miembros (tal vez forzudos de los gimnasios, pero vacíos de cultura) de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, como la Policía Nacional y Guardia civil, carguen contra los que protestan en la calle ensañándose de forma desmedida. ¡Están en su derecho de reivindicar!
Al final, el Gobierno que gobierna para ocupar el sillón y para la siguiente elección se despreocupa y parchea la situación. Con la ausencia de lluvias, la escasez de agua, el problema catalán, la incertidumbre en Oriente Medio y el coladero en Europa de los productores marroquíes y sudamericanos, el escenario es poco halagüeño. Así que, sálvese quien pueda. No está Sánchez y menos la Europa ausente para decir hasta aquí hemos llegado. El mundo lleno de poderosos pero con ausencia de autoridades se encuentra ante una difícil encrucijada.