La nieve comienza a caer y… ¡no! La nieve estaba allí cubriéndolo todo con un manto blanco indescriptible e inapelable. Bayona se mimetizó con ella, hasta su smoking blanco. Experiencia física y emocional extrema. Nombres y apellidos de personas desaparecidas o devueltas a la vida en la magnífica película La sociedad de la nieve. Emociones.
Rojo vestido, rojo maquillaje, negra oscuridad en las sombras de la noche aunque un tanto matizada por los brillos de los hilos invisibles que mueven las fiestas del cine. Amalgama de sonidos en medio de las estrellas y de la helada que cae presurosa en las primeras horas de la madrugada. Siempre en busca de lo diferente, de lo original de lo que está de moda, de lo que estará. Siempre corriendo hacia un futuro que se olvida de mirar el presente y disfrutarlo.
Luces y fiestas. Parlamentos de tules, cristales y canciones. Recuerdos. Una mujer muy alta enfundada en un impecable vestido verde sube al escenario a recoger su Goya, Sigourney Weaver, corredora de fondo, que ha estado esperando muchas horas sentada como perdida en ese marasmo de español. Ella que posee “armas de mujer” muy interesantes. Lugar, el escenario, que suele estar en alto es amplio, luminosos u oscuro, depende del momento, para que el auditorio, los presentes en esta gala de cine, vean, escuchen y casi puedan tocar la fama, reivindica a la mujer, actriz de doblaje que la dobla en español María Luisa Solá. ¡Qué importante la voz para un actor! Y que necesario que ese doblaje sea creíble, hable de esa persona, de esa actuación de ese personaje, trasmita sus penas alegrías, miedos, incluso silencios.
Una reivindicación que debería hacerse visible en otros Goyas internacionales. Cuanto me enfada que a un actor carismático le cambien el doblaje. El laberinto se deshace en la nieve. La noche helada ya camina hacia el día.