Este texto de San Juan relata uno de los momentos álgidos de la vida de Jesús, antes de su muerte. Son palabras cargadas de emoción, que expresan amistad y dulzura, pero que también entrañan una fuerte exigencia. Como maestro, es un momento clave para él.
Sabe que tiene que partir y quiere dejar a sus discípulos un mensaje que impregnará su proyección apostólica. Sus palabras salen de lo más hondo de su corazón. Es un legado que marcará una pauta a sus discípulos cuando llegue la hora de testimoniar la buena nueva de Dios a los hombres.
Todo esto nos lleva a una realidad, el hombre está necesitado de ser amado. Y esa necesidad de que nos ame alguien queda satisfecha en Dios nuestro Padre. Por eso decimos: ¡Qué bonito es que nos quieran! Sentir que para alguien somos importantes. Que ese alguien está ahí siempre, en las buenas y en las malas. Que nos conoce, nos comprende, nos acepta como somos, nos perdona y nos echa la mano para salir adelante
¡Pues así nos ama Jesús! Nos ama como el Padre, que es el mismísimo amor, lo ama a Él. Nos ama tanto, que se hizo uno de nosotros y dio la vida para liberarnos del pecado, compartirnos su Espíritu y hacernos hijos de Dios.
Dejémonos querer por Él, unidos a su Cuerpo, la Iglesia, escuchando su Palabra, recibiendo su energía en la liturgia, sobre todo en la Eucaristía, platicando con Él en la oración, y viviendo en la sintonía del amor. Podemos amar, porque Dios nos amó primero. ¡Estamos llenos de amor!, “aunque a oscuras –como dice nuestro gran santo Carmelita, san Juan de la Cruz– porque es de noche”. Y es que a veces, las penas, los problemas y las incertidumbres no nos dejan sentir su amor ¡Al contrario! Nos hacen pensar que Dios no nos quiere ni nos echa la mano.
Pero si dejamos que la luz de la fe nos ilumine, veremos que Dios nos ama y nos ayuda a salir adelante a través de sus mandamientos, que, como recuerda san Gregorio, nacen del amor, al igual que las ramas surgen del mismo tronco.
Por eso Jesús nos pide compartir el amor que nos ha dado, amando como Él nos ha amado. Ése es el camino para que su alegría, plena y eterna, esté en nosotros. Resucitado, Jesús nos demuestra que el amor hacer triunfar el bien y la vida. Amemos, como aconseja el Papa, en las actitudes y en las acciones de cada día.
Ejemplo de esto son las mamás, cuyo día celebramos mañana ¡Gracias mamás por dar vida! Todo lo que ellas dicen, hacen y dejan de hacer, es por el bien de sus hijos, aunque a veces ellos no lo comprendan.
Así le pasa con Dios; a veces nos enojamos con él, pensamos que está en contra nuestra, cuando en realidad, todo lo que dice, hace o deja de hacer es por nuestro bien; para que su alegría esté en nosotros y nuestra alegría sea plena. Felicidades a todas las mujeres que sois mamás, y a seguir adelante.
Y que todos, descubriendo que Dios nos ama, confiemos en él, permanezcamos en su amor y cumplamos sus mandamientos, amándonos los unos a los otros como Jesús nos ha amado.