Potestas versus auctoritas vuelven a ser dos términos acoplados a Sánchez o al gobierno que el dirige como pocos harían. Luego de haber ganado la Eurocopa de fútbol por cuarta vez, la selección española era recibida por el presidente del gobierno de España de la manera que todos hemos visto: sonriente pero despótico; con aires de altanero pero sin mirada limpia, como es él. ¿Olvidaron muchos las carcajadas que dejaba en el Congreso? Alguien debió recordarle que las risas se vuelven llantos.
Como tantos refranes y dichos populares, Sánchez debería haber aprendido en la escuela de Primaria aquello de: quien siembra cizaña no puede recoger buen trigo. No es sólo el desplante de Carvajal o la frialdad de Lamine Yamal lo que pone en evidencia el descontento de nuestros jugadores, sino que su ausencia en el vestuario dice mucho de lo que los futbolistas no querían.
Los momentos y los hechos no se explican por sí solos, nunca jamás. Todo tiene siempre una explicación que se sustenta sobre el contexto en el que se desarrollan los acontecimientos. Pedro Sánchez, le guste o no, ha vapuleado a la nación española, sí, así de claro, la ha vapuleado. En múltiples ocasiones para satisfacer los intereses de su sillón ha entregado los principios de España al peor de los diablos.
De la selección poco se le ha visto hablar y de la bandera de España, ahí están las hemerotecas, ha sentido vergüenza al igual que muchos de los que lo acompañan para seguir bebiendo y comiendo de un pesebre que está siempre lleno merced a las políticas sociales (criadas, engordadas y alimentadas con los fondos europeos). Él ha utilizado siempre los medios como ha querido pues su poder se lo ha permitido… Para esta ocasión no contaba con los desplantes de la selección.
Sánchez no tiene fin, sube y sigue subiendo, pero olvida que, llegado el momento, más grande será su caída.
El plan que pretende llevar a cabo de regeneración de los medios de comunicación debe explicarlo muy claro: va a seguir apostando por la secta de La Sexta y por Cuatro, amen de algún otro medio como El País TV que le permitirán ser dueño pero poco señor de lo que quiere que digan de él y cómo deben hacerlo. En la recta final de julio y con el país a punto de echar fuego por las altas temperaturas Sánchez, una vez más, parece salvarse pero debe ser consciente que las cuerdas tienen un límite de anudarse por muy experimentado que esté el marinero.
Las actuaciones y los pronunciamientos del Tribunal Constitucional sobre la mayor corruptela que va a conocer nunca el territorio andaluz (el caso de los ERES) puede llegar a tal envite que nos obligue a presentarnos en las televisiones para pedir perdón en directo a Chaves y a Griñán. Con Sánchez en el poder, con todo poder pero cero autoridad, todo es posible. Alea jacta est.