Y entre tanto ruido y fiesta del mes de la Navidad: el silencio y la oración en la Vigilia de la Inmaculada. Antequera se reunió en la tarde del sábado 7 de diciembre en la iglesia conventual de la Victoria donde se reflexionó y conectó con el Señor por medio de la figura de la Virgen Inmaculada Concepción.
Recogimiento, intimidad, solos con el Señor, presente en Adoración, ante una imagen de la Inmaculada. Las oraciones hechas cantos fueron el hilo conductor en la vigilia: «Madre de la espera y mujer de la esperanza, ora pro nobis. Madre de sonrisa y mujer de los silencios, ora pro nobis».
Una iniciativa donde se incidió en la importancia de la Madre, de la Virgen: «María he querido sentirte entre tantos milagros que cuentan de ti y al fin te encontré en mi camino en la misma vereda que yo. Tenías tu cuerpo cansado un Niño en los brazos, durmiendo en tu Paz. María, mujer, que regalas la vida sin fin».
Mientras que se adoraba, los sacerdotes fueron compartiendo reflexiones dirigidas a los jóvenes, presente y futuro de la Iglesia, de la sociedad. Se les pidió ser valientes, no temer tener y reconocer que Jesús, que María, son ejes de la vida de todos ellos.
El coro de los colegios franciscanos puso la llave par sentir más cerca al Señor. Como pasara en el cierre del tiempo jubilar de Madre Carmen, oraciones de Hakuna ayudaron en esa búsqueda: «Que no me canse nunca de mirarte y repetir con humilde devoción te quiero con locura, preciosa Madre Tú, el mejor regalo de mi Dios que no me canse nunca de mirarte y repetir con humilde devoción te quiero con locura preciosa Madre Tú, Madre Inmaculada… ¡Ay, ay, ay, mi corazón!».
Se terminó con una energía acrecentada, con fuerza suficiente para ser estrella que marque el camino de poder encontrar a ese Niño Dios que nace cada día en nuestras vidas.
