viernes 21 noviembre 2025
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Fiesta de Cristo Rey

Vivimos en el mundo de la globalización donde todos observamos que reina la ley del más fuerte que impone el rico sobre el pobre, el poder del dinero sobre la justicia, reina la guerra sobre la paz. Un mundo en donde no se cuida la casa común de todos que es el planeta y cuyas consecuencias las sufrimos todos en las muertes que ocasionan las inundaciones, sequías y cambios ambientales.

Hoy Jesús en este mundo se nos presenta como el verdadero Rey. Pero tomar conciencia de este reinado de Cristo no es tarea fácil, porque cada vez se quiere vivir más con los criterios del mundo y no con los del Reino de Dios. Recordemos que ser cristianos verdaderos y seguidores de Jesús nos lleva a colocarnos aunque nos duela al pie de la cruz. Y ahí precisamente es donde el evangelista Lucas nos describe con acentos trágicos la agonía de Jesús en medio de burlas y bromas de quienes lo rodean. Nadie parece entender la entrega del Hijo de Dios.

Desde una cierta distancia, las “autoridades” religiosas y el “pueblo” se burlan de Jesús haciendo “muecas”: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si es el Mesías”. Los soldados de Pilatos, al verlo sediento le ofrecen un vino avinagrado, mientras se ríen de él: “Si tu eres Rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Lo mismo le dice uno de los delincuentes, crucificado junto a él: “No eres el Mesías, pues sálvate a ti mismo”.

De pronto, en medio de tanta burla, una invocación: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Esta invocación no viene de un hombre bueno, sino de un delincuente, quizás ladrón o asesino y hasta hoy le pondríamos el título de drogadicto. Y en nuestra sociedad que margina y condena fácilmente a los presos y presas, nos parece una locura que sea precisamente un delincuente arrepentido el que reconoce la inocencia de Jesús, confiesa su culpa y, lleno de confianza en el perdón de Dios, solo pide a Jesús que se acuerde de él. Jesús le responde de inmediato: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Hoy desde Chile, me coloco al lado de este buen ladrón, y recuerdo a tantos presos que como el buen ladrón me he encontrado a lo largo de estos 20 años en las cárceles de Perú, Buenos Aires, Sevilla, Málaga, Archidona y ahora aquí en Chile. Ciertamente no están en la cárcel por una buena obra, cometieron un delito que en justicia lo están cumpliendo en la cárcel pero no olvidemos que la reclusión del preso no es la exclusión de la persona.

Al lado de ese buen ladrón recuerdo al Papa Francisco que a los nuevos Obispos les recordaba cada año en Roma: “No olvidéis el jueves santo de ir a las cárceles a lavar los pies a los presos como yo lo hago”. Frente a esa cruda realidad en donde las cárceles fácilmente se convierten en lugares de despersonalización, el Papa Francisco no dejaba de visitar a los presos: “Vengo a la cárcel para estar más cerca de ustedes…Luchen para ser consideradas como personas y no como cosas…Estar privados de libertad no es estar privado de dignidad humana” (El Papa en Chile, 2018).

No hay que llegar a la cárcel para pedir perdón como el buen ladrón. Tampoco importa los errores pasados, la infidelidad o la vida mediocre. Basta hacer un alto en el camino y reconocer nuestras ofensas y pecados. Todo pasa por una oración ante el Cristo crucificado que quiere reinar en nuestras vidas. El espera de nosotros esa petición de perdón y sobre todo ese acto nuestro de fe viva en un Dios salvador.

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