No pudo venir el presidente del Gobierno José Luis Zapatero, que a última hora tuvo que decidirse –la meteorología y el carecer de un espacio cubierto para recibir a tantos visitantes como se anunciaban acudirían al acto, obligaron a ello– por Málaga para abrir los Actos del Día de Andalucía. Se daban, como decimos, varias explicaciones, además de la «oficial», que es a la que hay que atenerse. Por lo demás, Antequera se apresta a vivir esa fecha, como se viene haciendo en los últimos años: en lo práctico, con una serie de inauguraciones, que suponen mejoras para los antequeranos, embellecimiento para la Ciudad. Por otro lado, en el plano honorífico, se procederá a la ya tradicional «izada de banderas», una nueva Plaza que surge en el patio del antiguo Hospital San Juan de Dios, en la zona de sus viejos jardines y donde estaba la «gota de leche», que ofrece una nueva fisonomía a esa calle, de forma que se dan por buenas tantas molestias en el tráfico para peatones y vehículos, surgidas por causa de las obras.
Luego, emotivo acto de reconocimiento a una serie de personas e instituciones antequeranas, a las que llenan de legítimo orgullo, extensible a sus familias, que forman parte indisoluble e inseparable de cada uno de los distinguidos, y que tanto tienen que ver en los trabajos y merecimientos que ahora se premian. Casi todas merecidas, se viene a reconocer una vida dedicada a los demás, a Antequera. Pero como alguien dirá en sus palabras de agradecimiento, no se puede olvidar la labor importantísima, crucial para el día a día de Antequera, de tantos antequeranos que permanecen en el silencio unas veces, en el desconocimiento otras. Son los anónimos trabajadores modestos, albañiles, panaderos, confiteros, oficinistas, maestros, abogados, artistas, pintores, zapateros, tenderos, comerciantes, sin cuya labor Antequera no sería lo que es. Los distinguidos, de mañana o de otros años, tuvieron la fortuna de que alguien se fijó en ellos, de que alguien les propuso; ésos otros a que nos referimos, no tuvieron tanta suerte, e incluimos entre ellos con urgencia, insistimos, el trabajo menos reconocido quizás, menos valorado pero esencial en el mundo de la familia, base de nuestra sociedad: la madre, el ama de casa, que renuncia a todo para dedicarse a cuidar a los hijos, al marido, para educarlos rectamente, para ejercer con orgullo su papel de madre…
A nosotros –que no podemos dejar de reconocer nuestra gratitud y orgullo, ante algo que sabemos no merecemos pero que supone el máximo honor que podíamos recibir–, no se nos escapan esas labores calladas, anónimas, valiosísimas, importantes, cruciales para la vida de la ciudad. Y es por ello, por lo que hacemos con todos un ente al que rendimos homenaje de reconocimiento, de afecto, en la seguridad de que muchos antequeranos pensarán como nosotros, y que aquí más que nunca, nos convertimos un poco en portavoces del sentir de tantos paisanos…