sábado 23 noviembre 2024
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Opciones de supervivencia

Las opciones de libertad de las que habla el señor Wert se me antojan raras, estrafalarias, peripatéticas.

Pero como decía Te Ven Wright, no podemos tenerlo todo.

Yo, a este ministros lo premiaría con un aula de uralita, sin baños, sin… Bueno realmente me gustaría poner a prueba su capacidad pedagógica, didáctica, educacional, su vocación, su sonrisa ante los alumnos a pesar de no cobrar, su capacidad de alegría ante los nubarrones y la paciencia de treinta años de enseñante llenos de migrañas y otros ingredientes. Unos muy buenos y otros no tanto. Pero ahí están. ¿Pasaría este reto? NO. No creo pero le concedo el beneficio de la duda.

Mientras nos tomamos un té, bueno yo tomo café. Soy de cafés. Masculino plural. Pues eso, mis amigas y yo hablamos de la necesidad de acumular cosas inútiles. Una de las más comentadas son las penas. Acumular penas y no darles salida es destructivo digo yo.

Sin embargo mi querida Concha alude a la acumulación de riquezas. Y es que en tiempos como los que vivimos la distancia entre ricos y pobres se nota más. Son como las arrugas, se ven más acentuadas por mucha palabrería efecto colágeno que quieran echarle.

Asentimos. Claro que hay obsesiones de ser más ricos que otros, de tener mucho más que lo necesario. Y aquí nos atascamos. Este es el caso de muchas personas, miles, que NO tienen lo imprescindible. Ahí le han dado a estos tiempos.

Según Maribel, por eso la envidia crece, el descontento engorda y la falta de seguridad, de las personas necesitadas, la famosa autoestima decae a mil por hora. ¡Vaya, ya habló la psicóloga!

Cierto es y entre sorbo y sorbo de café, té o agua, vamos desgranando los puntos a los que somos sensibles. No hacemos malas críticas, pues esto nos convertiría en ratas de alcantarilla. Queremos construir aunque nos pongan muros delante.

Nos levantamos y con un gesto de conformidad damos por terminado el encuentro en la cafetería cercana al banco de alimentos al cual nos dirigimos con sendas maletas cargadas de comida, ropa y esperanza de que nos admitan como seres útiles y capaces de colaborar en nuestras horas libres, a que alguien, algo, sea menos duro que la calle o menos inclemente que un techo voladizo de uralita.

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