sábado 23 noviembre 2024
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Libros ausentes

Mes del libro. Semana del libro. Día del libro. Y así se dispuso. El 23 de abril sería el Día Internacional del Libro. Dramaturgia, novela, poesía.

Así que aquí me tienen ustedes paseándome de Norte a Sur de Este a Oeste por los pueblos y ciudades de mi Andalucía con mis libros en una enorme cartera y las ganas de transmitir ganas de palabras, cubriendo mi geografía física y mental, bañándome de esa especie de sabiduría que se adquiere cuando se comunican las ideas.

Libros en las bibliotecas que he visitado. Unos derechos, otros en horizontal cual torre que sucumbe ante la balda siguiente, otros olvidados, y algunos ausentes porque no se han escrito aún. Éste es uno de los retos que me ha acompañado estas jornadas de extraordinario trajín.

Estanterías luciendo lomos en rojo oscuro, verde veronés, nacarados entramados de hojas, amarillentos legajos de historias, cataratas de cuentos que enlazados dan para dos o tres vidas de lectura.

Sabores y olores a madera recién barnizada, a suelos pulimentados a papel nuevo a tinta negra, azul, sepia. A letras pequeñas, pies de páginas, ilustraciones coloristas. Tactos familiares y amigos de las viejas letras apergaminadas.

Quijotes enormes, ilustres fregonas, despilfarros de honor y gloria. Tragedias Shakesperianas agitadas por Hamlet o envenenadas por un Romeo sin Julieta.

Cadencias severas de Episodios Nacionales, de Regentas, de leyendas Becquerianas, de historias entre costuras, de telas almidonadas en los siglos XIX mezcladas con fragancias de arpas dormidas o caminantes sin camino.

Capa y espadas. Entrechocar de aceros toledanos, lágrimas de amor, de olvido de reencuentros, de trote de caballos que atraviesan el mundo llevando mensajes lacrados. Gigantes caídos, desenfrenadas carreras entre lo real y lo imaginario, ente el bien y el mal, entre unos autores y otros.

Best-seller de nuevo cuño, compitiendo con caballeros de Olmedo. Grandes esperanzas. Celestinas empeñadas en hacer de las suyas, o damas bobas con más inteligencia que todos los habitantes del Parnaso.

Y en medio de todo esto mis personajes descubriendo misterios en un mundo que se les ha dado para que lo vivan sin ellos pedirlo.

¡Ah! los escritores, con qué facilidad sacan un mundo de la nada, aunque esto les lleve toda una vida y parte de la eternidad.

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