domingo 28 abril 2024
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Lola Quintana: “Optimismo, confiar en los profesionales de la sanidad pública y más investigación” por el cáncer de mama

Hablar de Lola Quintana es recordar su época de concejal en el Ayuntamiento, siendo la concejala más joven, portavoz y candidata de IU a la Alcaldía, siendo luego parlamentaria andaluza. Un ejemplo próximo que dedicó su tiempo a trabajar desde sus siglas políticas por el bienestar de la mujer y de la sociedad.

Pero hoy no hablaremos de política, ni de mociones ni plenos. Hoy compartimos su testimonio por el cáncer de mama que se le diagnosticó en agosto de 2020, en pleno verano y pandemia. Tras operarse y recibir quimioterapia y radioterapia, hoy mantiene el tratamiento hormonal y tiene sus revisiones cada tres meses.

Eran las 17,30 horas de este miércoles 11 de octubre en nuestra Redacción de calle Encarnación. Tras saludarnos y preguntarnos cómo estábamos, nos sentamos para la entrevista. En la mente, la política como tantas veces conversamos con ella. Pero no, esta vez nada de ella. Habíamos quedado para hablar del cáncer de mama.

Hoy, tres años después, “hago ya casi una vida normal tras la enfermedad. Mis revisiones son cada tres meses con el tratamiento de las pastillas hormonales. El cáncer está controlado, lo que quiere decir que tienen que pasar 5 años para llegar a una etapa de menor riesgo de recaída”.

Recuerda que “el día del diagnóstico es muy duro”. Y considera que recomendaría que estuviera desde el primer momento “el acompañamiento psicológico”. “Tuve que buscar ayuda y la encontré en la asociación española contra el cáncer” que le ofreció una psicóloga, entre otros servicios.

En el proceso de recuperación, para Lola ha sido fundamental “Luisa Fernanda, la fisioterapeuta de la asociación del cáncer”. “Fue mi mayor apoyo para volver a intentar ser la que fui antes. Tras el tratamiento, te aparecen problemas musculares, dolor en los huesos y tienes que ponerte en buenas manos y Luisa me ayudó a conseguirlo”.

El primer mensaje es muy claro: “Optimismo, confiar en los profesionales de la sanidad pública y más investigación con más inversión para conseguir una mejor prevención”. Sabe lo que le pasó y lo asume sin rodeos. “Yo soy una enferma que me ha tocado el cáncer y para sobrevivir, necesito un tratamiento derivado de la investigación”. Comparte que “no está en nuestras manos curarnos, no depende de nosotras. Depende del momento en el que te lo diagnostiquen y de que el tratamiento funcione”.

Agradece los apoyos, pero deja claro: “Tenemos mucha presión social con el tú puedes, yo prefiero otros términos como que estás enferma. Hay que ser positiva, sí, pero no comparto el lenguaje bélico por el que eres una guerrera, tienes que luchar, es una batalla… que se hace con todo el cariño, sin duda, pero a mí no me gusta”. “No es una lucha porque yo soy el campo de batalla. No he conocido a ninguna mujer que no se quisiera curar, todas lo hacen con una gran entereza… ¿La que no lo supera es que no luchó lo suficiente? Curarse no depende de nosotras, que tengas una actitud positiva, ayuda; pero depende del estadio que esté cuando te lo diagnostican, de tu respuesta al tratamiento y que haya más y mejores tratamientos y eso es dinero e investigación”, insiste de nuevo.

Lola reivindica la sanidad pública y “adelantar el cribado, porque no puede hacerse desde los 50 años, habría que bajarlo al menos hasta los 40 años; y por supuesto, más y mejores medios para su detección. Mientras antes se conozca, más posibilidades hay de sobrevivir”.
La importancia de las revisiones ginecológicas

Lola se suele levantar a las 6 de la mañana. Es de los muchos antequeranos que trabajan en Málaga. “Cojo el coche y, a veces el tren, pero no tiene horario para llegar al trabajo a las 8, por lo que tengo que ir todos los días, algo que cansa, como a muchas antequeranas y antequeranos. El bono subvencionado ha sido un avance social para la clase trabajadora, pero hay que mejorar los horarios en tren”.

En plena pandemia, “en junio de 2020, en mi revisión anual de ginecología, que siempre la solía tener en abril, pero no llegó y tuve que reclamarla, donde puede que lo tuviera ya”. Hace un paréntesis y nos insiste: “Pido a las mujeres que no se salten ninguna y que reclamen si no les llega la carta”.

Sigue exponiéndonos su caso. “Yo había visto los resultados de una ecografía y era normal, no había motivo para alarmarse. Pero en julio noto algo extraño y voy a mi médico de Primaria, al doctor Miguel Negrillo, que me ha ayudado muchísimo. Me hace una analítica que sale perfecta, pero en vista que era algo extraño en el pecho, pido cita urgente en la unidad de mama. Me hacen una mamografía y sobre la marcha una biopsia”. Tenía 49 años.

El 31 de julio llegó el diagnóstico y “se veía que había células cancerígenas”. Recuerda que ese día “es tremendo”. “Hasta que tú no te sitúas, no sabes lo que te ha pasado. Te enfrentas a algo desconocido”. Al día siguiente “tienes que asumir que es lo que hay y cuando te hacen las pruebas y te sientas con la cirujana, que fue la doctora Tania Galeote en mi caso a la que le estoy más que agradecida, es cuando te dice que hay que operar y hay tratamiento y se te abre camino a la esperanza”.

Nos insiste en lo importante que es comunicarte lo que te va a pasar desde el primer momento. “El día del diagnóstico, ellos saben que hay que decirte que tienes un cáncer. Me costó, me dio una rabia porque no tenía antecedentes ni factores de riesgo, tu vida se para en seco. Se diagnostican ¡6.000 mujeres en Andalucía con cáncer de mama al año! Reaccioné lo más rápido, pero me preguntaba por qué yo”.

Comparte que “en mi caso, la clave fueron las pruebas diagnósticas, considerando que los especialistas de radiología tienen que tener mejores medios y más tiempo”. Es fundamental la detección. “Algunos tumores se camuflan y precisan de más pericia y más tiempo de observarlo. No entendí que no lo vieran antes”.

Padeció la detección en un mes de agosto del primer año de la pandemia. “Me dijeron que lo peor que te puede pasar es tenerlo en plena pandemia y en agosto. En el Hospital había quirófanos cerrados. Tania me dijo que yo no iba a tener menos oportunidades por haber enfermado en agosto, y ella se vino en vacaciones a operarme”. Algo que no sabe cómo agradecer porque siempre ha encontrado al personal muy involucrado con los pacientes oncológicos.

A los pocos días, empezó la quimioterapia en el Materno. “Fueron ocho sesiones, me preparé psicológicamente, te dicen que te vas a hinchar, que el pelo se te va a caer… y lo llevé bien. Mis defensas aguantaron”. Entre sus recuerdos, tampoco olvida cuando “decidí que José Rojas, mi peluquero de toda la vida, me rapara. Y lo tienes que asumir con naturalidad. Hay que hacer esto para sobrevivir, pues allá que voy”.

 

Normalizar el cáncer
Tiene dos hijos, ahora con 16 y 14 años, Fernando y Julia, que tenían 13 y 11 cuando se lo detectaron. “A tus hijos tienes que transmitirle naturalidad como cuando me lo diagnosticaron, que se lo dijimos mi marido y yo. Ellos me veían que estaba animada, así que ellos se mostraban bien. Recuerdo cómo a pesar de su edad, cuidaban de no contagiarse porque es lo peor que me podía haber pasado entonces”. “Hoy, están concienciados con la enfermedad, mi Julia ha donado este verano su melena a la asociación…”.

También “mi familia ha sido un apoyo fundamental. Por edad, para los padres, hay más incertidumbre, más fatalidad, pero hoy con investigación y tratamientos se afronta de otra manera, se puede superar”.

Además de agosto y año 2020, “el no poder relacionarte, creo que nos afectó a quienes estuvimos con el tratamiento en esa época. Yo salía para caminar, pero no podía ver a nadie ni recibir visitas”.

 

Su trabajo y estudiar durante el tratamiento
Tras dejar la política, regresó a su trabajo y opositó al Ayuntamiento de Málaga. Hoy es funcionaria interina como trabajadora social. Tras estar destinada en Servicios Sociales, ahora está en Igualdad de Oportunidades, un programa con cargo al Pacto de Estado contra la Violencia de Género.

Pero tuvo que parar su vida de un día para otro. “Yo quería que esto me afectara a mí sola, que no desestabilizara a mi familia, que pudieran seguir con su vida”. Además “no podía estar acompañada en los tratamientos por el COVID. Me dijeron que me llevara mi libro y mi música. Allí conoces a gente extraordinaria, compartes tu momento y es más fácil llevarlo”.

Tras los seis meses de quimioterapia, la radioterapia, con cinco sesiones. “Y cuando me sentí más fuerte, pedí el alta voluntaria. Tras un año, regresé al trabajo en septiembre de 2021. Me sentí con fuerza y aquí sigo”. Para ella “el retomar mi trabajo, estar activa, me ayudó muchísimo a superar la parte final. Los efectos secundarios tardan en salir. Cuando salía de las sesiones no me notaba nada. El cansancio tarda de dos a tres días, pero los efectos de los huesos y la movilidad, o la falta de concentración, tardaron en llegar”.

Cada persona es un mundo y en el caso de Lola Quintana, su reacción fue volver a la Universidad. “Me saqué el B1 durante el tratamiento. Yo era diplomada y me quería adaptar al grado de Trabajo Social, lo que me permitió estar en contacto de nuevo con la vida universitaria. Fue una inyección de vitalidad. Terminé con mi TFG (Trabajo Fin de Grado) con matrícula de honor”.

Comparte que cada persona necesita “engancharse a algo” y aconseja que el Deporte sea una nueva forma de vida. “Emilio Alba, el oncólogo, me dice siempre que hay que tener una vida sana, donde la alimentación y el deporte sean fundamentales. También me dice que necesita más dinero porque tiene unos jóvenes investigadores, geniales, y necesitan recursos”.

También se apuntó a la “natación terapéutica, es algo de lo mejor que pude hacer con el grupo de Enrique Fernández”. Y a pesar de las restricciones: “Nunca me sentí sola, me sentí acompañada con mucha ternura y respeto de todos los que se interesaron por mí”.

Terminamos. Para, nos mira y nos dice: “Yo no soy la misma de antes. Aprendes a vivir con esto. Ahora con las revisiones, tienes que aprender a controlar la ansiedad. Las pruebas me remueven todo, ya sabes lo que es y lo que desvelan. Intento hacer un ejercicio de resilencia, ahora hay cosas que ya no les doy tanta importancia. Era de las que tenía que hacerlo todo, hoy. Y ahora no pasa nada si no se hace todo lo que te planteas”. No se puede compartir mejor su experiencia. Se despide con un último mensaje: “Estoy disponible para todo lo que necesite cualquier mujer que esté con esta enfermedad”. ¡Gracias, Lola!

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