sábado 27 abril 2024
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Redacciones ganadoras del XII Concurso de Redacción “Un día sin alcohol” de CALA

Fieles a la cita anual con el Concurso de Redacción «Un día son alcohol» organizado por el Centro de Ayuda y Liberación de Alcohólicos de Antequera (CALA) –que ha alcanzado la décimo segunda edición– reproducimos las tres redacciones ganadoras de este concurso, que muestran la realidad con la que los jóvenes se encuentran día a día, a la vez que presentan una fotografía real de las consecuencias del alcohol, una de las drogas más permitidas en la sociedad actual.

 

PRIMER PREMIO: «Un día sin alcohol», por Carmen María Herrera Morente del Colegio Nuestra Señora de Loreto

Todo estaba oscuro, y de repente aparecieron unos enormes muros, por los que no se podía escalar, estaba encerrada, y tenía mucha sed, localicé en una esquina botellas de cerveza, no quería bebérmelas pero al final lo hice.

Se abrió una puerta que daba lugar a un gran pasillo, no podía ni divisar el fondo. Empezaron a caer del cielo botellas de cerveza y licores con alcohol, se enganchaban a mis piernas y me perseguían, yo salí corriendo, pero por más que corría no me libraba de ellas. Era como si el alcohol controlase mi cuerpo y mis movimientos.

Estaba muy cansado, ya no podía más y me desmayé y de repente… ¡Estaba en mi dormitorio! Todo estaba igual, las cortinas, el armario, el escritorio…. ¡Había sido una pesadilla! Me levanté corriendo, me vestí, me peiné, desayuné y me fui a la escuela. Pero en el colegio casi no presté atención a las explicaciones del profesor, estaba pensando en esa pesadilla tan rara. Por mi cabeza circulaban todo tipo de preguntas: ¿tendrá alguna explicación esa pesadilla? ¿Qué significa? ¿Botellas que corren? ¿No será un sueño sin sentido?

Después de estar toda la mañana dándole vueltas llegué a una conclusión; cuando empiezas a beber no puedes dejarlo aunque quieras, es como si te tuvieran prisionero.

Había escuchado hablar sobre el alcohol en algún programa de la tele, en algún libro, e incluso en el colegio que habíamos sacado ese tema, pero a mí eso no me interesaba mucho, no le daba suficiente importancia, aunque la verdad, creo que a la mayoría de los niños no les interesa ese tema. Pero ahora que conozco las consecuencias del alcohol, estoy empezando a prestarle más atención a ese tema.

Me he fijado en que los que más beben son los jóvenes, pienso, que si hubiera más sitios de ocio donde los jóvenes pudiéramos divertirnos, no recurriríamos al alcohol.

Sé critico ante lo que te piden que haga tus amigos como fumar, beber alcohol o tomar drogas porque ¡en la amistad, no todo vale!

(CUIDA TU SALUD Y NO BEBAS ALCOHOL).

 

SEGUNDO PREMIO: «Recuerdo de una noche» por Luisa Carmona Romero del IES Los Colegiales

– Y esta noche, ¿Qué hacemos?- me acuerdo que le pregunté a Laura al salir del instituto.

– Bueno podríamos salir, es mi cumple y quiero celebrarlo, – me dijo ella.

– Vale, sé que han abierto una nueva discoteca, creo que está bien- le dije.

–Bueno vamos a decírselo a los demás.- Dijo Laura.

–Vamos.

Todos estaban de acuerdo y decidimos quedar a las 11 y media, en la nueva discoteca. Me empecé a arreglar a las 9 y a las 11 estaba preparada. Cuando iba a salir por la puerta mis padres me preguntaron que con quién iba a salir, yo les dije que con los mismos de siempre; Miguel Ángel, Ana María, Marina, Álvaro y Laura… pero lo que no les dije es que iba a salir con otros dos nuevos compañeros, Javier y María.

Cuando llegué ya estaban todos, así que entramos. La música estaba muy alta pero acabé acostumbrándome. El sitio era magnífico, había mucha gente, pero no me importó. Fuimos y pedimos bebidas, Laura, Ana y yo pedimos Coca-Cola y Álvaro y Miguel Ángel, fanta y Javier y María, dos tintos. Todos nos quedamos asombrados, nunca habíamos bebido alcohol. Nos animamos y pedimos cuatro tintos más.

Al rato, sin darnos cuenta íbamos por la tercera ronda, pero no notábamos nada malo; al revés, estábamos más alegres y parecía que todos se lo pasaban muy bien. Así que no le dimos importancia, y seguimos bebiendo pero ya no bebíamos tinto si no otra variedad de bebidas con alcohol.

De lo demás no fui consciente.

Al despertarme, no me acordaba de nada y además tenía un fuerte dolor de cabeza. Pero lo más extraño es que no estaba en mi casa.

De repente, vi entrar a alguien, era mi enfermera, me pregunté por qué estaba ahí.

– Buenos días, Lucía -me dijo ella.

– Buenos días. – Le contesté yo.

– Tenemos que hacerte unas pruebas, dijo.

«¿Pero qué pruebas? ¿Qué ha pasado?» Pensé.

Accedí sin decir nada, ya tendría tiempo de preguntar.

Cuando terminaron las pruebas me dijeron que tenía visita. Bueno, por lo menos, tendría tiempo para aclarar cosas. Porque, por ahora lo único que tenía claro era que estaba en un hospital.

Me llevaron a una sala… y qué sorpresa me lleve, estaban allí todos, todos a los que quería; mis amigos y mi familia.

–Hola Lucía -me dijo Laura.

– Hola, cariño -me dijeron mis padres.

– Hola Lucía -me dijeron todos a la vez.

–Hola -les respondí a todos-. ¿Qué es lo que ha pasado? -les pregunté.

–Te acuerdas del día de la discoteca –me empezó a contar Laura.

– No, exactamente,- les contesté.

– Bueno, pues empezamos a beber alcohol y seguimos… y cuando nos dimos cuenta de que nos estábamos pasando, paramos y tú quisiste seguir.

– Te dio un coma etílico -contestaron mis padres.

– Hemos estado muy preocupados por ti -contestaron mis amigos.

En ese mismo instante se me saltaron las lágrimas.

– ¿A qué día estamos -pregunté asustada.

– Hoy es 19 de octubre-contestaron.

– He he he…-no me salía la voz.

– Sí, cariño, has estado 3 días -contestó mi madre.

– ¿Ta_a_tanto tiempo? –dije como pude.

Desde ese día, mi vida cambió por completo; aquella que iba a ser una noche divertida, acabó siendo un trágico recuerdo, qué cambió mi futuro; me juré que no volvería a beber sin control y cambió nuestra forma de ver la vida; aprendimos que el alcohol no nos iba a traer nada bueno y por supuesto no nos volvimos a dejar influenciar por los demás.

 

TERCER PREMIO: «Un día sin alcohol» por María Pérez Medina, del Colegio María Inmaculada

Un joven llamado Guillermo, alias, Guille, tenía 16 años y era de un pueblo de Almería, pero vivía en Antequera. Estudiaba en un colegio público.

Guille, cuando tenía 14 años, empezó a beber e irse por la noche con los amigos. Todos los días faltaba a clase porque nunca se despertaba a su hora. Los profesores se extrañaban porque no sabían qué pasaba. Sus padres encontraban algunas cosas muy sospechosas: llegaba a casa a unas horas inapropiadas, los profesores los llamaban para preguntarles qué pasaba…

Guille, un día fue a clase y los profesores intentaron hablar con él, pero Guille siempre lo evitaba. Un buen día, sus padres le preguntaron que por qué llegaba tan tarde a casa y Guille les contestó que era porque iba a estudiar con su amigo Carlos. Guille además de alcohólico, era mentiroso con sus propios padres.

Un fin de semana, fue a casa de su amigo y hablaron sobre el tema y a su amigo no le pareció nada bien. Guille vio a la hermana melliza de su amigo y le gustó. Esta chica llamada Ángela, quiso hablar con su hermano y con Guille, del tema de la bebida.

Guille le daba vergüenza y se marchó. Al día siguiente fue a clase para ver a esa chica, Ángela sentía algo por Guille y Guille por Ángela, por lo tanto empezaron a salir. A Ángela le gustaba Guille, pero cuando éste se iba de fiesta para beber a ella no le parecía nada bien. Ángela se lo confesó a los padres de Guille. Estos no podían creérselo y esa noche lo esperaron en su cuarto. Guille no los pudo evitar, por lo tanto, le regañaron. Ángela un día se plantó a hablar sobre el tema, Guille reconoció que lo que decía Ángela era verdad y le prometió que iba a estar un día sin beber. Sus padres le regalaron unas deportivas para que empezara a hacer deporte. Guille y Ángela, todas las tardes solían correr y Guille dejó de beber para siempre.

Sus profesores entendían lo que pasaba y también le ayudaron a dejarlo. Pasado un mes, Guille estaba más feliz, iba a clase aprobaba los exámenes y sus padres le ayudaban con el colegio y sus estudios.

El hermano de Ángela también le ayudó y Ángela era más feliz sabiendo que Guille tenía más amigos y que también hacía deporte.

Sus estudios eran muy buenos. A los 18 años Guille decidió estudiar para médico, en especial para las enfermedades de alcohólicos. Más tarde Guille compró un local e hizo un centro de alcohólicos y todo el mundo iba a ese centro, mejoraron en su salud y familia. Guille y Ángela tuvieron un hijo y éste nunca bebió y fueron muy felices.

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