El Domingo de Ramos comienza nuestra semana grande. Se trata de la semana en que vamos a celebrar el Triduo Pascual, o lo que es lo mismo, los últimos días de la vida de Jesús. El Domingo de Ramos nos da una visión general, de todos los acontecimientos que la liturgia irá desgranado en los próximos días. Por eso leemos la Pasión para adelantarnos a lo que va a suceder. Hasta la liturgia cambia los colores litúrgicos, el morado por el rojo, para decirnos que algo va a pasar, y ante lo cual hay que estar atentos, porque será una cosa importante.
En los evangelios, Jerusalén no es solo el centro de peregrinación del pueblo de Dios, no es solo la Ciudad Santa, sino también la ciudad donde mueren los profetas. En Jerusalén se encuentra el centro del culto oficial, es la sede de la autoridad religiosa, así como del mundo de la política. Mientras Jesús no se acerca a la capital, hace y dice más o menos a sus anchas; con algún que otro altercado pero nada más.
El riesgo verdadero para él y para su vida está en Jerusalén. Jesús lo sabe, pero su mensaje es ya imparable. Su predicación no va a quedar silenciada en la ciudad en la que puede gozar de mayor repercusión. Es más, va a llevar su mensaje a lo que es el corazón del judaísmo: El Templo. Jesús entra en Jerusalén consciente de lo que va a pasar, sabiendo que se está cumpliendo lo que anunciaron los profetas, y entre las profecías está la de su pasión y muerte.
Los letrados y los fariseos, ya venían preparando el terreno, lo que hacía y lo que decía, rompía todos los moldes de su doctrina. Frases como el echar encara los defectos de los que se tenían por buenos y por guardianes de la ley, el echar por tierra la hipocresía, invitar a la destrucción del Templo y decir que Él se atrevía a levantarlo en tres días, su manera dehablar, su manera de tratar a los pecadores, a los leprosos, a las sorprendidas en adulterio, atreverse a llamar a Dios Padre, y sobre todo el hacerse pasar por el Mesías esperado, y llamarse Hijo de Dios, era algo imperdonable.
Desde un punto de vista personal, nos disponemos a vivir de nuevo una Semana Santa más. El recordar esos acontecimientos, debe servirnos para profundizar nuestra fe, y ahí ya cada uno tiene que saber donde se posiciona. Las celebraciones nos van a dar muchas oportunidades para la reflexión ante los cuales no hay que permanecer indiferentes.
Peligros hay muchos, pero en este momento los que más nos pueden acechar son: la rutina detodos los años, el convertirnos en meros espectadores, quedarnos en la plasticidad del espectáculo, la indiferencia, depende de cada uno el saber posicionarse, y aprovechar este tiempo para descubrir que es lo que Jesús nos quiere decir en este momento concreto de nuestra vida.
Fijarse en ese detalle que para mí es el más importante, detenerse en eso que nos llama la atención, porque eso es lo que nos quiere comunicar Dios hoy, y sobre todo teniendo claro que nuestro horizonte, nuestra meta es llegar a la noche del Sábado Santo para celebrar juntos la Vigilia Pascual, ya que la resurrección de Jesús da un nuevo sentido a todo lo que yo puedo haber vivido hasta ahora. Jesús nos invita a acompañarlo un año más en su pasión, muerte y resurrección, ¿hasta dónde estoy dispuesto a llegar?, ¿me atreveré a ayudarlo como el Cirineo?, ¿estaré al lado de la cruz?, o ¿lo miraré de lejos, y escondido entre la multitud para pasar desapercibido? Con esperanza y buena disposición tenemos que disponemos a vivir estos días. ¡Feliz Semana Santa para todos!
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