Si en el 2022 fueron los cánticos de época, en 2023 ha sido la respuesta del público en las aceras. Hay otra Semana Santa aparte de la música, las mecidas y las vegas. Antequera despierta y habló: quiere acompañar a la Virgen de la Soledad en el Entierro de Cristo.
Fue el broche de oro a un Viernes Santo donde Paz y Socorro exponen el sentimiento andaluz tradicional, y tras las que la Soledad abre la noche del luto. Y cómo lo hizo. Salida puntual, tras oración del carmelita Antonio Jiménez y últimas directrices del hermano mayor José Cantos.
Se apagaron las luces barrocas del Carmen y se abrieron las puertas. En la soledad de la noche, una luz viva, intensa, fusionando el oro de los bordados y tronos con el de las velas. Contraste tenebroso entre el fondo apagado y la luz que no apaga la fe en la muerte de Cristo.
Los hermanos mayores de insignia que dirigen a la perfección la estrecha salida, colocación de andas, arriba y subida de los escalones. Las luces se van apagando con el paso de la procesión. Destaca el nutrido grupo de niños, hijos de cofrades, de vecinos, de devotos que van conociendo lo que es la Soledad. Sembrando el futuro.
Bajada organizada por Cuesta de los Rojas con las murallas de fondo y en el silencio de la noche, surge un padrenuestro cantado desde un balcón. No hay mayor riqueza, que los gestos salidos del corazón y hechos como oración.
Los balcones de la casa de los García-Berdoy, con sangre nueva y mantiene lo que ese apellido significó para la Cofradía y aún lo es hoy en día. Y llegada a las Descalzas cuando los de ‘Abajo’ estaban ya en su encuentro en San Sebastián. Y aquí una gran nota destacada. Las aceras con público.
Se percibió el pasado año, pero se ha consolidado en este. Si Antequera es barroca, lo es para todo. Y hay quienes reparten su tiempo entre todas las cofradías que estaban en la calle. Y los hay que necesitan el silencio para la reflexión, el luto para valorar la vida. Y empezó en las Descalzas, pero es que siguió por Calzada y por todo el trayecto, pese a estar en pleno momento de las vegas.
Paso por Cantareros, entrada a Infante don Fernando y la Soledad era como el sagrario en una iglesia abierta. Nunca estuvieron solos. Mientras, mecidas al son de los cánticos de la capilla vocal “Lux Aeterna”, una agrupación musical formada por voces graves que interpretaron piezas y polifonías a capella desde el canto gregoriano hasta piezas del siglo XX, con letanías, misereres o cantos del réquiem.
Es el segundo año y han encajado también, que es ya parte de la peculiar forma de procesionar de los del Carmen. Tras Él, la representación municipal y cofrades rezando el rosario. Y dentro de la grandeza del cortejo, el grupo de penitentes, de nuevo destacado por su número, orden y colocación.
Paso a la capilla musical “Ars Sacra” ante la Virgen de la Soledad. Impresionante palio, cegado durante tiempo dentro de citar los ejemplos del estilo antequerano, pero que ha llamado a las puertas de exponer que así es como se procesionaba en la Antequera del esplendor del barroco, sumida hoy en un rococó inmortal.
La Virgen de la Soledad lucía entera de negro, con la nueva saya donada por el doctor José Rodríguez. Y el resplandor, en cuyo conjunto derrocha belleza, armonía, luz y llanto por el luto de la muerte del Hijo.
Desde San Agustín a San Sebastián, los dos tronos se abren paso entre la muchedumbre que llena el lugar. Es el esperado encuentro, de los hijos con su Madre y Jesús en el trance de la muerte a la vida. Oración por el arcipreste Antonio Fernández en San Sebastián y subida a paso ligero por Zapateros.
Entrada de regreso al barrio, calle del Río, donde los geranios, macetas y niños quieren rozar al Santo Entierro y la Virgen de la Soledad. De nuevo una calle imposible para una cofradía que busca mezclar su barrio con el recorrido oficial.
Regreso al Carmen. Dos y media de la madrugada. Los tronos entran en la casa hermandad. Salve a la Virgen para acompañarla en su Soledad. Soledad de nombre, porque las calles no la dejaron sola como se le hace siempre a una Madre, en los buenos y los malos momentos.
Terminaba el Viernes Santo. Al orden, las mecidas, calles estrechas, paso por tribuna… hay otra particularidad de Antequera, compatible con la primera, la que busca el recogimiento, el orden, la oración, conservar lo heredado, mantenerlo y potenciarlo, buscando que los niños se acerquen a ellos. Y todo esto fue la Cofradía de la Soledad esta Semana Santa.