Belén custodia el joyero del sentimiento cofrade del siglo XIX, gracias al trabajo de siglos de la Cofradía de los Dolores que aunque conserva imágenes más antiguas, del XVII y XVIII, pero que procesionan como lo hacían hace 200 años.
Este miércoles 9 de abril comenzó el Triduo donde se montó un altar con las tres imágenes titulares en el lugar del presbiterio donde las monjas clarisas participan de la misa del día a día.
En el centro, la Virgen de los Dolores, primorosa, de negro, con toca monacal, como si estuviera en un grabado de época. A sus lados, el Señor Atado a la Columna y el Señor Caído. Más resplandecientes que nunca.
Primero se reza la corona dolorosa, el miércoles a las 19 horas y el jueves y viernes a las 19,30 horas. Para salir con la Eucaristía, el primer día a las 19,30 y los otros dos a las 20 horas.
Abrió el triduo el párroco y consiliario Francisco de Paula Aurioles, quien volvió a dar una homilía fusionando las lecturas del día con la devoción a la Virgen, su identidad central, la voluntad de las monjas clarisas, de los devotos y su propuesta de recuperar el Septenario que tuvo la Reina de Santiago, una de las imágenes que siempre han tenido un arraigo en su barrio.
Al entrar al templo, el palio montado y la primera fase del nuevo trono del Seño Caído, cuya canastilla en madera lisa saldrá con la peana conventual de camarín el Señor de José de Mora y Carvajal.
Se terminan los cultos de las cofradías y entre el viernes y el sábado, los previos a la Semana Santa con el Nazareno de la Sangre y la entronización del Señor del Rescate.
