viernes 22 noviembre 2024
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San Juan de la Cruz ‘bajó’ para despedir a Pepe Romero

En pleno inicio de celebración de los 250 años en los que un artista, Andrés de Carvajal, donara la imagen del Señor del Mayor Dolor; la ciudad de Antequera despedía el viernes 7 de mayo a José Romero Benítez, maestro de profesión, artista y entusiasta de corazón.

La pandemia obligó esperar a que se reabrieran los límites provinciales para que sus restos se trasladaran a su tierra. Desde aquel 22 de marzo que nos dejaba en Sevilla, se tuvo que esperar hasta que su familia convocara a los más íntimos para decirle su adiós a las 19 horas en Las Descalzas.

Nada más entrar al templo conventual, se buscaba el lugar donde estuvieran sus restos para mostrarle el último gesto y oración, pero como a Pepe le gustaba en vida, quería que nos fijáramos en los detalles de su obra y no en él. En la búsqueda, nuestra mirada se dirigía al San Juan de la Cruz, su obra-cumbre, que “bajó” de su altar para estar en ese triángulo que formaba el pueblo (familia y amigos) con el coro bajo de las religiosas y el columbario, donde descansaban ya sus cenizas. Él, como siempre, adelantándose a los demás. Antes dejaron sus últimos exvotos en Jesús y depositaron la urna en su lugar de descanso.

Siempre nos ha resultado increíble el recoleto templo conventual de San José, pero al contemplar la imagen que realizó Pepe Romero, la capilla mayor tenía un áureo ambiente con el estofado dorado y el estilo de época de esa imagen que sólo los artistas y entendidos pueden saber que no es de siglos atrás.

Fue el complemento perfecto para una tarde de acción de gracias por su figura, su persona, su vida entregada a su tierra donde se dejó atrás el duelo, que ya se tuvo, para recordar lo que era Pepe para todos.

Presidió la Eucaristía el párroco de San Juan y San Miguel, Tomás Pérez, quien relacionó las lecturas con la vida de un artista, de alguien que deja huella como lo hizo San Juan de la Cruz. Contó con el acompañamiento de las religiosas descalzas en lecturas y cánticos. Y al final de la misma, la acción de gracias de ellas por “Pepe Romero: el artista, el amigo…”.

“He conocido la mano

que arrancó del viejo tronco

lo que al tronco le sobraba…

de darle calor al mudo

madero que te acunaba…

Y del sueño del artista

sembrando vuelos

de alondras

en los bajos de tu capa…

Y del tallarte extasiado

con reflejos infinitos

desbordados por tu cara…

Con los brazos entreabiertos,

los pies surcando horizontes,

y el alma resquebrajada…

He conocido la mano

que arrancó del tronco inerte

ríos de vida y de gracia…”.

“Señor: te damos gracias por la vida de nuestro hermano y amigo, Pepe. Él disfrutaba tanto con su propio nombre, el verdadero del santo Patriarca… y qué bien lo explicaba. Se ha marchado al Cielo, porque estamos seguros que está allí, en este año dedicado a San José, a los tres días de su fiesta. En lo más hondo del alma habrá sentido él la protección del justo José.

Su paso por este Monasterio ha sido profundo, cercano, fructífero. Ha dejado su huella por muchos rincones de nuestra casa: ha sabido esculpir el misterio infinito, el éxtasis de nuestro santo Padre Juan de la Cruz, y la ternura inmensa del Niño Jesús de Praga, y el alegre vuelo de la capa blanca de la Reina y Señora del Carmelo. En la Sala del Nacimiento, de este Museo, nos dejó esculpido el asombro que embarga al ser humano ante Dios hecho niño, en esa multitud de rostros que pernoctan eternamente ante la gruta bendita.

Y nos enseñó a bordar el oro, y sacó los brillos escondidos bajo la pátina del tiempo de esos cuadros que poníamos en sus manos con la ilusión de volverlos a contemplar en su belleza original. Este fue el paso del Artista por esta casa.

Te damos Gracias Señor, porque al venir Pepe por aquí, venía un amigo, un hermano entrañable, cercano, sencillo. Los Lunes Santo, al vestir a su querida Virgen, nuestra Señora de la Vera Cruz, era paso obligado. Nos deja su sonrisa, su corazón grande, y las urgencias que en él han quedado pendientes, revestidas ahora de pura eternidad.

Y aquí, justo detrás del Sagrario, queda lo que fue su vasija de barro, aquella que custodió el alma de nuestro buen amigo y hermano. Gracias, Pepe, por tanto como hemos recibido de ti. Sé feliz eternamente junto a esa Virgen de la capa blanca. Sigue llenando el cielo de colores nuevos, de encajes pintados bordeando las estrellas. Cuida de tu familia, de tus amigos. Que Dios te bendiga eternamente”.

Fue el adiós, glorioso, a alguien que el tiempo pondrá en la historia, aludiendo a sus aportaciones al arte sacro, de los paisajes de su tierra, de sus bordados y, cómo no, de sus recuerdos, sus historias que forman parte de la leyenda de la segunda mitad del siglo XX de Antequera. Un lunes te fuiste… y un viernes te despedimos. ¡Otros días no podían ser!

Más información edición digital www.elsoldeantequera.com y de papel el sábado 22 de mayo de 2021. ¡Suscríbase y recíbalo en casa o en su ordenador, antes que nadie (suscripción).
 
 
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