Como si nos hubiéramos despertado de una pesadilla, ya está aquí de nuevo la Semana Santa que, desde el año 2018 no se vive sin incidencia alguna. A la lluvia en 2019, vinieron los años de suspensiones de procesiones en 2020 y 2021 y las mascarillas en la del 2022. Y después de tanto haber sufrido, toca vivir intensamente una Semana Santa como Dios manda.
Es la del 2023, la del regreso total a la normalidad aparente, porque atrás quedaron familias rotas por la pérdida de personas por esa pandemia, unidas a las que por fuerza natural, se suceden cada día. Será el regreso a los abrazos, a ver el sentimiento de las personas sin mascarilla que los oculte. Analicemos cómo será este año. Donde las cofradías preparan su mensaje de amor y esperanza gracias a su fe.
El mundo. Sumidos en la barbarie de la guerra de Rusia en Ucrania y de tantas otras que se padecen en el continente africano o torturas impropias de una tierra civilizada, en cualquier continente, desde Asia a América pasando por Europa. Y qué decir de la persecución a cristianos por cualquier parte del planeta. El egoísmo es cada día más frecuente y todo ello nos afecta a todos. Y como preocupación, la falta de lluvia. El agua es un bien escaso y hay preocupación. Ha llegado la hora de volver a rezar en rogativa como se hizo siglos atrás.
Antequera. La ciudad se prepara para una nueva consulta electoral, que tendrá lugar el próximo domingo 28 de mayo. Los actos de precampaña y la presencia política puede estar en nuestras procesiones. Sin ir más lejos, estos días de cierre toman su protagonismo, quedando en segundo plano el día a día de las cofradías como solía ocurrir. Además, el Domingo de Ramos se celebra la final de la Copa de Fútbol Sala en Antequera y el equipo de fútbol puede celebrar el alirón y ascender a Primera RFEF.
La Iglesia. Somos todos, pero aún hay distancias entre la jerarquía y el pueblo. Serán cada vez menos, pero existen aún. Las corrientes renovadoras del Papa Francisco tardan en pasar las fronteras hasta España. La falta de vocaciones es patente en los conventos religiosos que se puede estar llegando al nuevo cierre de alguno de los que quedan de vida contemplativa. En cuanto a sacerdotes, los religiosos contribuyen a la falta de sacerdotes que se percibe este año en los cultos del Triduo Pascual, algunos de ellos sin saber al cierre de esta edición, si los habrá en el convento de las dominicas o en el de los capuchinos que custodian los vocacionistas. ¡Hacen falta más sacerdotes! Ojalá surjan en el seno de las hermandades.
Las cofradías. Viven una época dorada de inversiones y patrimonio. No se recuerda otra época con tal proliferación de nuevos tronos, palios, bordados… Las subvenciones de la Consejería de Cultura y del Ayuntamiento, unidos a los ingresos de las propias hermandades, suman un empuje económico que se palpa entre sus novedades. Se buscan nuevas fórmulas como el “Bienmesabe más grande del mundo” que promovió la Cofradía de ‘Abajo’ con la colaboración de Piobiem. Impresionante lo vivido en el Paseo Real.
Fricciones. En este año, se han sucedido dos elecciones: Consuelo y Mayor Dolor. Doble candidatura en la de San Sebastián que ha llevado a un malestar y diferencias en el seno cofrade. Para empezar, ¿no hubiera sido lo más lógico que se hubieran aunado en una sola candidatura? No había posturas tan diferentes. Que sepamos, ninguna proponía por ejemplo, salir de madrugada o dejar a la Legión al lado. Al no conseguirse la unidad por la autoridad competente, se llegó a un proceso electoral más propio de la política común que el de un ambiente religioso. Impugnaciones, intervenciones, acusaciones… Al final la que pierde es la cofradía. Estamos seguros que ambas alternativas no eran conscientes de esta situación vivida, impropia no de una cofradía, sino de un ente de la Iglesia.
La apertura de los templos y los niños en el seno de las cofradías
Apertura. Hay cofradías como la Pollinica, Estudiantes, Paz y Socorro que gracias a ellas se siguen manteniendo al culto en sus iglesias. El resto dependen de sus parroquias, conventos o del Obispado, como el caso del Carmen. Las hermandades promueven el uso religioso de las mismas. Su aportación a la ciudad es tremenda, ya que el turista viene a ver templos y los enseres cofrades y si no fuera por ellas, estarían todas cerradas. Este año surge de nuevo la inquietud de un museo cofrade permanente. ¿Llegó la ocasión?
El culto. Ya no es cosa sólo de personas mayores, lo es también latente de las comunidades educativas y cofrades. Del Domingo de Ramos al de Resurrección, con la importancia del Triduo Pascual. Hay mayor acercamiento, pero aún queda mucho por hacer ver al cofrade, que las procesiones son fantásticas, pero que si no se celebra ni se sabe lo que pasa en los templos, estaremos sacando a la calle verdaderas maravillas obras de arte, pero dejamos atrás la esencia de nuestra fe. Y a toda la Iglesia, habría que pedirle implicación en la procesión del Resucitado.
Los niños. Si las cofradías son universales, tienen la oportunidad de abrirles las puertas desde el primer día. A la habitual cofradía de los niños, la de la Pollinica, cada año se potencia más y mejor su presencia en todas las cofradías. Los pequeños deben saber lo que es una hermandad y tomarla como ejemplo en el crecimiento como personas. Tras Semana Santa, los Tronos Chicos que promueven los Estudiantes son una opción idónea para ese crecimiento. Los jóvenes. Es la edad que más cuesta mantener en este mundo y en cualquier parcela de nuestra vida.
Nos viene al caso lo que el arcipreste Antonio Fernández les preguntó en un homenaje a Federico Esteban. “A los que se saben los estilos de los palios, los autores de las imágenes o el nombre de las marchas, ¿sabrían decirme quién fue don Federico Esteban y lo que hizo?”. La pregunta es contundente. Hay una generación, la del sepia, que casi nos ha dejado, la que creció entre los 40 y 50 y catapultó las cofradías que no existían y las que se habían perdido. Sin recursos consiguieron ese decenio increíble de los 80 y 90, los mejores que se recuerdan en cuanto a manifestación pública de fe.
Hoy se montarán los mejores altares, se vestirán las imágenes de ensueño, se darán miles de significados a todo lo que se promueva… ¿pero hay relación con la fe, con la Iglesia, con el ejemplo de vida? Estamos seguros que los jóvenes cofrades lo están preparando para que consiga su esfuerzo entrar en cada corazón de la persona que los aprecia en misas y procesiones. Es la nueva catequesis del siglo XXI: seguir removiendo el alma para acrecentar nuestra fe.
De procesiones, encuentros y el estilo antequerano
Las procesiones. Leíamos hace tiempo en un libro del Gran Poder de Sevilla, que cada año analizan su recorrido en Semana Santa. Si una calle no se llenaba, estudiaban el por qué y actuaban al año siguiente. Optaban por reducir el recorrido o cambiar la calle para llegar al fiel, como cometido principal de una cofradía en la calle. Buscar esos nuevos barrios de jóvenes, ya que el centro se quedaba desierto de personas donde predominan comercios y apartamentos turísticos. Si lo trasladamos a nuestra ciudad, este año que regresamos a la calle Infante don Fernando.
¿Ha llegado la hora de acotar con vallas o sillas toda la vía principal? ¿No somos un ejemplo en el panorama cofrade? ¿Hay comodidad para las personas mayores o fieles que no puedan estar de una a tres horas en el mismo sitio o para los que vengan a visitarnos? ¿Por qué no se usan ni los balcones de estas calles? Si hay calles vacías, ¿por qué no se estudia lo que falla? ¿Hora de salida, calles poco dada a ver procesiones? Los barrios y las calles estrechas ¿ya no valen, son la solución? Quizá este año, una vez se reestrene la calle Infante don Fernando, podría llegar la hora de volver a estudiar los recorridos. Por cierto, si San Sebastián es la iglesia colegial, ¿no deberían de pasar todas, hacer su estación de penitencia y promover unas gradas con presidencia en el lugar?
Los encuentros. No habrá ni Jueves Santo ni Viernes Santo. Al conocerse esta decisión, ya ha hablado la calle. Es un ejemplo de la sociedad. ¿Dónde irá la gente que se concentraba en la Plaza de Santiago el Jueves Santo o a la Plaza de San Sebastián el Viernes Santo? Quizá, no se ha parado a pensar que hay gente mayor que no puede ir a las cuestas, verlos en las calles estrechas cuando mecen los hermanacos al son de las marchas. Puede que no caigan que hay niños que van con los abuelos y que no pueden ver ni estar en otros lugares de la procesión. También es cierto que con el paso de los años, los “encuentros” eran más sosos, menos expresivos, sin ofrecer tanto sentimiento. Ya no había esos abrazos entre hermanos mayores de insignia, directivos, incluso hermanacos… El 2023 tiene que servir para hacer ver lo que un “encuentro” significa si es que se quiere mantener. Quizá los cofrades con su ejemplo se lo tendrían que exponer a las Directivas, si así entienden que se deben de mantener y expresar esa común unión. Un hermano mayor de una cofradía tiene que velar por el bien común de todos y no podemos pensar que así no lo haga.
El estilo antequerano. Es como en el fútbol, cada uno es seleccionador y convocaría a unos determinados jugadores. Pues está pasando lo mismo con el estilo antequerano, cada uno cree que el de su cofradía es el modelo a seguir. La iniciativa de Bien de Interés Cultural (BIC) del palio antequerano puede establecer esos criterios, que aunados por un comité de expertos, sería el que delimitase lo que es. Es evidente que Dolores y Soledad, con las ampliaciones de Paz y Socorro de siglos atrás, son el modelo. Altos y estrechos palios, grandes peanas, forma de vestir… Lo demás será magnífico, pero no sigue los cánones.
Hermanacos. Son la joya de la corona. Este año se superan los cien cofrades en un trono, en el de la Virgen del Consuelo. En el futuro, puede que con la falta de natalidad también afectará a los tronos. Son un bien escaso, múltiple en varias cofradías, por lo que se deben de mimar y fomentar. Con el paso de los años, serán cada vez menos. Directivos. La formación. Se ha hecho un “curso puente” para poder cumplir unas normas diocesanas que en teoría se deben pasar por las escuelas de teología. Ya lo dijo el párroco José Amalio González: “Al igual que no te pones hoy el traje de Comunión porque te quedaría pequeño, no puedes seguir con la misma fe aprendida en el catecismo”. Es algo obvio y lo ideal sería que nadie lo exigiera, pero a veces el día a día de nuestra fe…
De carteles, oraciones y pregones. Nos gusta tanto exaltar a nuestros titulares que nos podemos quedar solos. El cofrade que acuda a estos actos estará observando que cada vez hay menos gente. Incluso a veces, un cartel o un pregón puede hasta eclipsar a los oficiales. Las festividades son ya triduos. Y a los pregones, sucedieron los carteles y ahora las oraciones. Queremos tanto a nuestros titulares, que no nos damos cuenta. Si para una Magna hace falta casi un “milagro”, ¿no ha llegado la hora de poner límites a tanto acto cofrade?
Presente. Hay que vivir la Semana Santa de 2023 como la de otra oportunidad. Otra oportunidad por los tres años de pandemia. No podemos olvidar a los que se fueron, lo que sufrimos estos años. Esta Semana Santa debe ser como una resurrección en la que el vecino, el amigo, el turista, al vernos se diga: “Esta persona es cofrade”. Y lo es porque lo siente, porque tiene un estilo de vida. Porque sigue con lo aprendido en casa, porque lo transmite a sus hijos. Porque tras verse completado tras celebrar la Eucaristía, precisa de manifestarlo en una procesión, ya sea como directivo, penitente, hermanaco, músico o devoto. Y es ahí cuando se le dará sentido a la vida de un cofrade, a las procesiones de Semana Santa. Estamos seguros que con la calma del final de Cuaresma, todo se reconducirá porque al final… ¡siempre sale el sol por Antequera!
A esos niños que están llamados a ser el presente y futuro
Escribimos estas páginas tras acudir a un entierro de un joven que fue hermanaco. Nos impactó la imagen de uno de sus hijos, que se colocó delante del féretro, dirigiendo su último adiós, ante el silencio de la iglesia, dolidos por la repentina e inesperada muerte del ser querido. Ahí es donde tienen que estar los cristianos y los cofrades. Con la persona que sufre, ante las adversidades. Ser cristiano no puede ser como los fariseos o judíos. Debe ser un estilo de vida. Ser cofrade debe de buscar esperanza a ese niño, a esa persona, que padece el calvario de la vida con sus adversidades. Ser cofrade debe ser un estilo de vida donde estará muy bien los cultos y las procesiones, pero donde debe de aflorar su fe. Nos pasa a todos lo de caer en esa tentación con frecuencia y no ser consciente de ello.
Antequera necesita a las cofradías, para que la Semana Santa sea una forma de vida. De amor, entre cofrades, con el que visita el templo, el que ve los tronos desde la acera, al que le surge la necesidad de rezar sin prepararlo. Al directivo que tiende la mano para sentir esa unión llevando las andas, portando el capirote o preparando la marcha soñada. Es un tiempo de amor por el que estuvo, el que nos enseñó el nombre de esas imágenes que hoy veneramos. Es fe por ver a ese amigo que regresa a su tierra en llegando Semana Santa. Es amor por cambiar la vida aunque sea por unas horas.
Es esperanza porque esa procesión cambie la vida de ese hermano, que le ayude a superar la vida. Es esperanza en ese cofrade que está en camino, al que le pedimos la protección de Jesús y María. Es la esperanza que bajo esas andas surja ese investigador que alivie los males de las enfermedades. De ese político que haga de la paz la bandera de las naciones. De esos padres comprometidos con sus familias. De esas esperanzas en forma de devoción.
Y entre tanto, alrededor del Viernes de Dolores, surge este Especial, un libro hecho con amor, fe y esperanza. 228 páginas que aglutinan lo que hemos vivido este último año con reportajes, crónicas y fotografías de nuestra cofradías, de la Semana Santa, de la recordada Magna. De artículos sobre nuestra historia y nuestra fe. Y un libro en el que nuestra pequeña Eufemia se estrena como autora de la fotografía de portada con su “Señor Verde”, el de ella y el de tantas generaciones que llevan siglos guiados por ese Cristo que nos persuade en sentir nuestra fe por Él, por las cofradías y por nuestra Semana Santa. Y que hoy, como ayer y como mañana: ¡Nos siga saliendo el sol por Antequera y sea lo que Dios y Santa Eufemia quieran!