Teresa Jiménez Aragón es una de las “vecinas” del Señor de Antequera en su Mayor Dolor. De las que tiene un cuadro de Él en casi todos los rincones de su casa. De las que siempre que pasa por la puerta de San Sebastián, entra, ya sea a saludarle, o a rezarle. De las que va a misa a diario.
Nació el 24 de junio de 1946. Tiene 78 años, fue camarera del Señor. Está casada con Francisco Morente Tomás. Tiene dos hijos, María del Pilar y Moisés y sus nietas son sus nuevas pasiones: Pilar y Teresa. Fue camarera del Señor desde 1980 hasta el 2014. 35 años a sus pies.
No busca la primera fila, a ella le gusta pasar desapercibida. Forma parte de esa legión de devotos que acompañan al Señor del Mayor Dolor en su traslado y procesión del Miércoles Santo, y en la del día a día. Él nunca está solo: de día por los devotos que van a saludarle y con las puertas cerradas, por las oraciones de sus fieles seguidores desde casa y en el Cielo por los que ya no vemos, pero sentimos.
¡Qué grande es el Señor del Mayor Dolor! “Yo he estado ahí arreglando al Señor en su altar y he visto cómo ha llegado gente y se ha puesto de rodillas y se ha agarrado a la reja sin parar de mirarle y de llorar”. ¡Nunca está el Señor solo! “Desde que abren la iglesia yo creo que nunca lo está y ve de todo. Ha habido hasta gente que ha llegado y como me ve que yo estoy ahí, rezándole, me dicen: “¿Por qué no le pide usted…?”. Y yo le digo que sin problema lo hago, pero le expongo que lo hagan ellos porque el Señor escucha a todo el mundo”.
Usted fue camarera, pero ayudaba ya antes a su suegra, doña Remedios Tomás. “Así es, cuando estaba mi suegra de camarera, yo también le ayudaba a arreglarlo, incluso cuando en sus últimos años, ella me encargaba que yo estuviera al tanto de Él”. Y al fallecer ella el 3 marzo de 1980 “es cuando me hacen camarera”. ¿Cómo le llama a su Cristo? “Señor del Mayor Dolor. Mi Señor del Mayor Dolor. No lo digo, no porque sea mío, se lo digo yo así, porque así me sale”.
¿Qué tiene el Señor del Mayor Dolor que no tiene otra imagen? “Para mí, todo. Me acuerdo, Curro, cuando me detectaron a mí el cáncer de mama, como antes metíamos el Cristo en la sacristía tras bajarlo de su camarín, hasta el Miércoles Santo. Aquel año, me harté de llorar con Él. Porque le decía yo, ¿pero bueno, por qué? Pero luego te da el Señor, te da para tirar para adelante, para luchar. Eso lo he tenido. Y una persona, que tú conoces muy bien, me dijo: ‘Tú que te agarres como al toro por los cuernos y no te sueltes por mucha embestida que te pegue’. ¿Tú sabes quién fue el que me lo dijo? Fue tu padre quien me lo dijo y me dio una foto de Santa Eufemia, que la tengo yo guardada con todas las cosas del Señor”. De nuevo nos dejan sin palabras. Respiramos y seguimos…
La fe y las fotos que tenemos cerca. Por cierto, me dicen que ésa que tiene detrás tiene su historia. “Es la que me llevé con el portarretratos a donde fuera al Hospital. Estuve once días ingresada en una habitación donde no podía entrar nadie. Me quedé sin defensas y allí estaba sola con Él. No entraba nadie más, salvo los médicos con las mascarillas…”.
¡Qué penitencia! “Y mientras, mi marido, mis niños, me miraban por la otra parte, por una ventanilla que había”. ¿Con qué se queda del Señor? “Con la mirada, la mano…”. Para usted ¿qué representa verlo de cerca? “Cuando he estado limpiándolo, viendo las llagas, los pies, las heridas… pero la mirada es…”.
¿Qué pensará el Señor cuando vea a tanta gente pedirle, rezarle y darle gracias? “Pues yo creo que qué va a pensar. Que lo necesitamos”. ¿Cómo se ha ido transformando su devoción? “La devoción al Cristo del Mayor Dolor no ha cambiado, sigue igual de profunda que siempre”.
Sus recuerdo con los devotos
del Señor del Mayor dolor
Seguramente que ha tenido que tener muchas experiencias con devotos. “Mira, el año pasado se acercó una señora a mí y me dice: ‘Usted no se acuerda de mí’. Y le dije que no. Y ella me dijo: ‘Pues vine con mi hijo recién nacido y lo puso usted delante del Señor y mire usted cómo está ya’. No eran de aquí de Antequera. Eran de fuera y son esas personas que vienen de fuera a ver al Señor siempre que pueden”.
A veces hablamos mucho de la procesión del Miércoles Santo, pero la devoción, devoción se vive todo el año ante la imagen en San Sebastián. “Sí, sí, todo el año. Yo llego ahí y me siento antes de entrar a misa, me siento en el banco frente a mi Señor y no para de entrar gente y se sienta y se va, y viene otra y ya entra otro y otro. Y cuando salgo, lo mismo, no para de entrar gente a verlo. Y yo creo que la devoción a Cristo es todo el año”.
¿Qué recuerda de su suegra como camarera? “Ella siempre ha tenido también mucha fe y mi suegro también. Confiaba en mí para que le ayudara, sobre todo en sus últimos años cuando ya no podía”. Cuando sale el Señor del Mayor Dolor, ¿siempre ha salido alumbrando tras Él? “Siempre y he ido junto a la mujer de Juan Luis Moreno, las dos que íbamos siempre detrás custodiando al Señor en el traslado y luego, por la noche, tras Él siempre he ido yo detrás”. “Yo no he ido nunca delante en los guiones. A mí no me ha gustado eso nunca”. Tere es de las que lleva la devoción por dentro.
¿Qué le dice a esa persona que ahora mismo necesite de su ayuda? “Que ha de tener fe, que puede encontrar en Su Señor su ayuda, que no pierda la esperanza, que el Señor está ahí siempre, siempre, siempre…”. Ella es de las personas que no se queja, que abraza las cruces que se le presentan en la vida y confía en su Señor.
Ser camarera del Señor de
Antequera en su Mayor Dolor
Cuando dentro de unos años, quien lea esta entrevista o la vea en vídeo, dejamos este testimonio, preguntándole, ¿qué ha significado ser camarera del Señor del Mayor Dolor? “Para mí ha sido el honor más grande que el Señor me ha podido dar, cuidar de Él, limpiarle el altar, arreglarle el trono. El Martes Santo no había que avisar a la gente porque lo sabían y venían todos los años a pinchar claveles en el monte que tuvo”.
Para quien no lo conozca, que es complicado, ¿cómo describe a esta imagen, qué tiene de distinta y única? “Las personas que vienen de por ahí fuera, creo que nada más que con verlo… Yo lo veo, que se ponen por delante de Él y dicen: ¡Mira, qué mirada! Y creo que Él les lleva a ver lo extraordinario que tiene”.
Ahí está su testimonio. Una mujer, Teresa Jiménez Aragón, que es una de las más fieles vecinas y devotas del Señor del Mayor Dolor. Aunque el Miércoles Santo de 2015 dejara de ser camarera, ella sigue siendo su más fiel devota y la gente anónima, sabe que ella está al cuidado de Él en sus visitas diarias y oraciones en casa. No hay persona que no se le acerque y que ella le ampare una mirada, una estampa, un aliento de esperanza ante el mayor dolor que se nos presenta en vida en muchas ocasiones, más de las que nos creemos. Las devociones profundas, muchas veces, no son de insignia ni reconocimiento, son de devoción como la que ella tiene.