Si con el Niño Jesús, que nació en la miseria, y era “el Elegido”, nuestra sociedad lo crucificó… ¿qué no somos capaces de hacer con el que no entra vitoreado en nuestro día a día y no es Hijo de Dios? Cada año tenemos la oportunidad de cambiar la historia, al menos la nuestra. ¿Te atreves?
Escribimos estas palabras tras acudir al acto del Día de la Discapacidad y del Voluntariado de Antequera, donde CASIAC (Coordinadora de Asociaciones por la Integración de Antequera y Comarca) nos volvió a ofrecer lo fácil que sería vivir si encontráramos que la “belleza está en el interior”. Indescriptible sentir cómo los niños sonreían y atendían una obra de teatro, conocida por el título, pero nada que ver con la que habíamos visto en películas: La Bella y la Bestia.
No hicieron falta ni bellos vestuarios, ni efectos especiales, ni las tan compartidas canciones originales. Simplemente, llamar la atención de los más pequeños, que se sintieran atendidos por un grupo de entusiastas artistas que no serán portada de periódicos, estar en lo mejor de las críticas de las redes sociales, ni en los mejores teatros… estaban como el Niño Jesús, en un humilde “pesebre”, sin adornos, ni focos… solo siguiendo la estrella de la Navidad que eran los más pequeños.
La vida es así: tanto preocuparse en hacerla perfecta que la vas consumiendo y en el momento menos esperado, se nos va y ya no habrá tiempo de volver atrás. La Navidad parece ser ya la única época del año en el que la felicidad vuelve a casa, o al menos es lo que se dice. Dará lugar a repetir nuestra historia, una y otra vez, y volveremos a llegar a la Navidad de 2020, pero ¿se habrá aprovechado el año? Luego, tenemos las fotografías que acompañan a este artículo, que se tratan de “Nada es imposible”, una escena compuesta por José Manuel Coto Rodríguez con figuras de Tente González (2018), ambos gaditanos, expuesta en el Museo de Arte Internacional de Belenes de Mollina, lugar imprescindible para acudir al menos una vez al año.
En ella, se representa a una familia católica en Londres en una Nochebuena del siglo XIX, en la que el pequeño de la casa juega mientras sus padres montan el Belén. En un momento, aparece Santa Claus que le ofrece una bola con toda clase de sueños, pero el pequeño, siguiendo con lo mostrado por sus padres, no se deja embaucar como demuestra la escena.Entonces sale el padre, carpintero como San José, con herramientas y unos pinceles en mano. La madre está ultimando una luna de papel para el cielo.Por otro lado, entran por la puerta Mister Scrooge del “Cuento de Navidad” de 1843 de Charles Dickens, y el niño pobre que apadrinó después de la aparición de los fantasmas durante la noche del 24.Y por último, en el exterior, un monje benedictino adorna un árbol que representa la Santísima Trinidad, como hiciera San Bonifacio que cristianizó la tradición celta del árbol del solsticio de invierno.
¿Y qué podemos hacer nosotros este año?
Tras describir esta escena, nos viene a la perfección para lo que ocurre hoy en día. Los jóvenes nos dejamos llevar por las nuevas tendencias: televisión, series, libros, juegos, programas… Con ellas, olvidamos lo que nuestros padres nos legaron y si ya no están con nosotros, les olvidamos también por Navidad.Pero, ¿y los niños? Su espíritu debe ser como el de esta recreación: tener a sus padres, a su familia al lado, jugar como niño que es y que lo fantástico no le atraiga, sino el calor del ambiente de la casa en Navidad.Ojalá en estas fiestas, escuchemos al niño que llevamos dentro, juguemos como ellos con lo que nos legaron nuestros padres y abuelos. Y aunque admitamos nuevas corrientes, que siempre primen nuestros valores, con los que crecimos, y no nos dejemos llevar por lo material, lo innecesario, porque el día que nos vayamos, se quedará aquí y no nos lo llevaremos a la nueva vida.Ante ello: ¡Que vivamos una Feliz Navidad, que seamos escritores de nuestra vida, recordando lo que recibimos, actualizando el día a día y transmitiendo a los nuevos niños, que lo más importante no es el juguete más bonito y caro, sino el que se comparte con amor y cariño, valores que no tienen precio!
