Antes de la celebración de la Cosmovisión por el quinto aniversario como Patrimonio Mundial, entrevistamos a Juan Antonio Belmonte, doctor en Astrofísica del Instituto de Canarias, quien estuvo con el científico Michael Hoskin en la investigación de los dólmenes antequeranos.
Desde hace cinco años, se habla mucho del megalitismo y su relación con la astronomía con la importancia de la orientación. Le preguntamos ¿qué nos podría destacar de esa visión diferente?: “Los estudios de arqueoastronomía en el último cuarto de siglo y en los archipiélagos han demostrado claramente la relación intima que hay entre la orientación de los monumentos megalíticos y el cielo. Y en algunos lugares se da la excepcionalidad con el cielo, esos estudios arqueoastronómicos prueban además una relación íntima con el paisaje terrestre y precisamente los Dólmenes de Antequera son el caso más excepcional de esa ejemplo; donde tenemos esa conexión de tres monumentos megalíticos con elementos singulares del terreno como son la Peña de los Enamorados o el Torcal, pero a su vez con ciclos singulares astronómicos como puedan ser los solsticios o los equinoccios que todavía estamos investigando hoy en día”.
Si hoy, a pesar de tener móviles y tanta tecnología, nos cuesta saber qué hora es o cuándo es el solsticio, ¿cómo estos primeros exploradores de las Tierras de Antequera pudieron controlar la astronomía y orientar sus monumentos hacia esos lugares?: “La herramienta fundamental es una, muy simple: tiempo. El que ha usado el hombre en el tiempo y en el espacio antes de los tiempos modernos, antes de que existieran los GPS, los relojes de pulsera. La observación de los astros era un patrón fundamental porque su vida dependía de ello: el control del tiempo, el control de las cosechas, el saber cuándo llegaba la temporada de lluvia cuando el momento adecuado para sembrar. Todo eso lo marcaba el cielo”.
Ahora mismo destacamos los Dólmenes, la Peña, el Torcal, el sol, el cielo. Pero claro, hace unos 6000 años no había esa contaminación lumínica que hay hoy, no había esos edificios, tendría que destacar el cielo, la luna, el sol. “En un trabajo etnográfico que hicimos en la Gomera hace unos años, un pastor local que se llamaba Luis de León, nos contó una frase preciosa era: “Antes nosotros aquí no teníamos ni televisión ni relojes, entonces nos guiábamos por los astros del cielo”. Es decir, cuando tu no estamos con una determinada herramienta, utilizas las herramientas que tienes a disposición”.
En el caso del Dolmen de viera, ¿qué es lo que buscaban sus constructores?: “Viera tiene una orientación puramente astronómica. Posiblemente lo que hoy en día llamamos el equinoccio. Es difícil de entender las poblaciones que construyeron Viera que concepto tenía del equinoccio. Pero es posible que lo asociara al renacimiento de la primavera, y que lo utilizara para el culto funerario. Porque una cosa que no he comentado es que para la astronomía, que es una herramienta muy poderosa es para crear una cosmovisión de una sociedad determinada. La divinidades principales suele ser divinidades astrales y eso plasma, o de alguna manera resume la forma en la que tu entiendes tu mundo. Y a su vez los astros te dan una esperanzas más allá de la muerte, y eso también se refleja en los megalíticos. Porque no olvidemos que son referentes del paisaje, posiblemente marcadores del espacio de un clan. Son también elementos de poder, pero sobre todo fue enterramientos. El lugar donde se deposita los elementos más importantes”.
Con Margaret Gowen cuando contempló el equinoccio en Viera
Estuvo con Margaret Gowen, la evaluadora de ICOMOS de la UNESCO cuando hizo el informe para la declaración de Patrimonio Mundial ¿Cómo reaccionó al ver ese equinoccio tan espectacular de Viera? “Fue curioso porque Margaret se especializó en megalitismo. Ella conocía muy bien New Grey, el monumento estrella de las islas británicas por su alineamiento de la salida del sol en el equinoccio de primavera. Entonces venía un poco “haber si han venido aquí para venderme una moto”. Y cuando la hicimos entrar en la cámara funeraria, y yo escondida para no tapar el haz de luz, le iba explicando lo que se estaba produciendo”.
Vamos a ir al más moderno, el Tholos del Romeral. ¿Que veían la humanidad en esos años para alinearlo con El Torcal? “Hay elementos importantes como la Cueva del Toro donde se han hecho unas excavaciones riquísimas donde se han dado una evidencia arqueológica espectacular. Y era en sí mismo un paisaje muy singular y por tanto tendría un significado mágico religioso para estas poblaciones. Entonces es curioso que tu en un momento determinado quieres construir un nuevo monumento para tus difuntos, lo sitúas en el eje que une el Dolmen de Menga con la Peña de los Enamorados, en la misma línea. Es decir, fabrica un mismo espacio en el contorno con una línea visual muy llamativa y de pronto lo orientas hacia otro elemento preponderante en la vega de Antequera como es El Torcal”.
Y para terminar, el más importante, el Dolmen de Menga ¿Qué explicación tiene desde su campo de investigación ese monumento? “Sabemos que la Peña de los Enamorados era un referente importantísimo para estas poblaciones. Se han encontrado abrigos, rocas rupestres que indica la sacralidad de ese elemento del paisaje. Y ya no es solo la propia forma de la peña que recuerda la cara de alguien, de un ser humano. Posiblemente de una entidad divina que ellos lo vieran. Entonces cuando lo tienen que construir un monumento para sus difuntos pues lo orientan precisamente a la regiones que se observa a la Peña de los Enamorados”.
¿Es solo una orientación topográfica? “La investigación no está del todo cerrada. Seguimos preguntándonos cosas. Y ya hoy nos estamos preguntado si la luna podría jugar un papel importante en su orientación. Pero esto son cosas que habrá que ir confirmando en el futuro”.
¿Qué aporto Michael Hoskin al expediente de Patrimonio Mundial?: “Jugó tres papeles muy importantes. Uno, creó una revista, el ‘Journal for the History Astronomy’ y un suplemento ‘Arq Astronomy’ que han sido fundamentales en el desarrollo de la disciplina. Segundo, como historiador de la astronomía, en Inglaterra en la familia de Willian Herschel. Y luego, tercero, inició una investigación que nunca antes había hecho que es a medir, miles de estructuras ciclópeas y megalíticas en todo el ámbito mediterraneo. Tratando de descubrir patrones de orientación que se pudiera explicar de una manera determinada. Y lo que encontró es que mucho de estos patrones eran necesariamente astronómicos. Y esa contribución es importantísima. Esa contribución al final salió publicada en un libro en el cual la Junta acaba de hacer una edición con la traducción al castellano. Un libro singular que marca un antes y un después en los estudios de arqueoastronomía en Europa. Fue un paradigma”.
Y Juan Antonio Belmonte ¿qué nos puede aportar de su punto de vista astronómico de lo que supone el conjunto de los dólmenes para el conocimiento de esta cultura? “Es fundamental; hay muy pocos monumentos megalíticos en el mundo declarados Patrimonio de la Humanidad. Hay un conjunto en las islas ahorcadas en el Reino Unido. Está Stonehenge que es archiconocido por todo el mundo. Están los templos de Malta. Y claro uno piensa automáticamente con la relación con el cielo o bien los Dólmenes de Antequera demuestran es que hay más vida que Stonehenge. De alguna manera hay otros lugares en el mundo y los Dólmenes de Antequera son unos de esos, donde esa relación entre los monumentos megalíticos, el paisaje y el celaje se pone de manifiesto de una manera brutal. Y ese es precisamente lo que confiere a Antequera ese valor universal”.