Él lo sabía desde niño cuando se atrevió a cantar ante Camarón, Pansequito o Luis Villar. Lo tenía dentro, en su sangre, en su voz, en sus movimientos. Creció, luchó y creyó en su arte. Le costó, arrimándose a los mejores, viajando por carretera por cualquier escenario.
No era fácil, pero lo ha conseguido. Luis Perdiguero está en lo más alto del flamenco y el tiempo y sus actuaciones lo consagrarán. El tiempo lo pondrá en su sitio. De momento, la fachada de Santa María tiene ya una parte suya tras este viernes 4 de agosto. La nostalgia como arte de la historia de Antequera.
Soñaba con una noche en la que fuera como un torero que saliera a la plaza, solo, mano a mano, encerrándose ante seis toros ante su público, su tierra, su Antequera. Y lo hizo este viernes 4 de agosto ante la imponente fachada de Santa María, como preludio de la noche flamenca. Por cierto, pasear por el casco histórico y escuchar su voz por las cuestas, Coso Viejo y hasta calle Calzada, mostraba el quejío de la noche.
Se siente profeta en su tierra. Así lo demuestra cada vez que habla de Antequera, porque Antequera le devuelve el cariño. Luis Perdiguero se encuentra en un momento brillante gracias a su último trabajo discográfico “Nostalgia” que le ha valido grandes críticas tras su presentación en Madrid el pasado mes de mayo.
A las 22,30 horas, comenzaba su sueño. Fue presentado por Manuel Martín Martín, Premio Nacional de Flamencología a la crítica periodística. Lujo para empezar a hablar de Flamenco en Antequera. Y salió Luis, primero con Antonio Carrión a la guitarra. Y junto a ellos, en los coros Rafa “El Negro” y Antonio Fernández, y a las palmas, Cepa Núñez, Antonio Carrasco y José Carrasco.
Se gustó desde el primer palo, el martinete «Tributo a Menga» fue una de las luces de su noche, la de Luis Perdiguero. Hasta unas gotas de lluvia se hicieron notar en la calurosa noche. Las cosas del verano. Siguió por alegrías, tientos y fandangos. El público enloquecía. «¡Vamos Luis!», «¡Tú puedes!», «¡Eres el mejor!», «¡Qué ganas teníamos de sentirte de nuevo en casa!», decían desde la atenta Plaza de los Escribanos.
Luis entraba en calor, se atreve cantar a capela, de pie, en el centro del escenario, solo y Santa María se viene abajo. Se entonó y cambio de guitarra. Turno para otro grande, Antonio Moya, con quien nada más empezar, se quita la corbata, sus pies marcan el ritmo y se levanta para quedarse en camisa. Tocaba arremangarse en la noche.
Turno por soleá, seguiriya y tras pedirlo una y otra vez, llegaron las bulerías para terminar la fiesta con todo el elenco de artistas. Bailando, cantando, tocando, entusiasmándose. Como dice su fandango dedicado a Antequera: «Y que yo de dónde era me preguntaron un día y que yo de dónde era y yo le contesté contento soy malagueño señores y me he criado en Antequera».
De Antequera, nada más y nada menos. Fue tu noche, la de Luis Perdiguero, la del Flamenco. Y mientras, al fondo, la niña Victoria Amador, la «Rubia de Antequera» que se prepara para su turno este sábado.
Su disco «Nostalgia» en Antequera tras presentarse en Madrid
Con su sonrisa característica nos hablaba de este trabajo del que destaca el tema principal que da título al mismo, “Nostalgia”: “Este tema se definiría como algo que está en la vida de todas las personas, todos hemos tenido un abuelo, un padre, una madre que se ha ido o se añoran. Toda la letra habla de eso y yo hablo ahí de mi niñez en Antequera”.
Pero este disco es mucho más “es clásico, pero fresco a la vez porque lo he llenado de letras populares por las que me siento identificado por mis vivencias personales”. En cuanto a sus cantes “son similares, porque no me puedo salir de la soleá, la seguirilla, de lo que es el cante puro”.
Es inevitable preguntarle por el Luis Perdiguero que tenemos ahora delante, en qué se diferencia del anterior que publicó su primer disco en 2007, “Vente tú conmigo”. Reflexiona sobre ello, “de ese Luis hay el mismo corazón, porque llevo a Antequera y mi sentir, pasen los años que pasen. Pero hay un Luis más maduro, más asentado y conociendo un poquito mejor el cante, aunque nunca se acaba de conocer, me siento más maduro, es ley de vida. Lo malo sería quedarse estancado, lo bueno es crecer y estamos con un disco ilusionados, cargados de trabajo y llevando a Antequera por todos lados”.
Va creciendo al igual que el flamenco en él: “El flamenco es una cosa infinita, porque nunca se acaba de aprender. Siempre tiene un resquicio, siempre tiene un tono del que no se acaba de aprender. Yo lo conozco bastante bien, ya somos amigos, pero me queda mucho por aprender y lo que quiero es seguir creciendo”.
Un disco muy especial para él
Con ese título tan marcado de sentimiento y sabiendo que ahora vive en Jerez, hablar con Luis de Antequera es una auténtica satisfacción porque la describe con pasión y alegría.
En este viaje a su niñez llega la dedicatoria de este disco, que muy emocionado nos asegura que va para “mi abuelo Joaquín que falleció hace unos días, se me ha ido un padre para mí”, y emocionado se alegra de que se sepa que este disco va para él.
Y es que la letra de la canción que da tema al trabajo va cargado de sentimientos: “La gente se emociona porque hay quien me ha escrito y me ha dicho, ‘Luis he escuchado tu letra y me he acordado de mi padre, de una hermana que murió…’. La letra cala, lo he presenciado en gente que la escucha y los he visto llorar”.
Luis Perdiguero emociona en cada letra, sabiendo que aquel joven con el que hablábamos de flamenco en cada esquina de Antequera nos emociona al oírle cantar esto: “Con el pasar de los años, tú te acuerdas siempre de los seres que nos amaron, me invade la pena, yo no puedo negarlo, mi alma se me rompe y mi alma se hace cachos”. ¡Gracias Luis!