Las últimas encuestas que, de vez en cuando, se hacen sobre temas que afectan a la vida de los españoles, señalan que lo que menos valoran o más temen son los problemas del paro, la seguridad y, sorprendentemente, la clase política.
Es claro que los escándalos que no cesan sobre los auténticos atracos que algunos políticos cometen contra la Hacienda Pública, unidos a la vista gorda que algunos jueces de altas instancias hacen en tantos y tantos casos, dan la sensación de algo muy negativo, pero real: hay muchos políticos, de todos los grupos, o casi, que se aprovechan de sus cargos para sacar beneficios infames. Dos ejemplos recientes para entenderlo: según publica algún periódico con todo lujo de detalles incuestionables, el señor Bono, mantiene en Toledo una oficina, dos secretarias y un chófer, por haber sido presidente de aquella Comunidad, «derecho» al que tiene hasta el año 2024. Como este señor cobra como anterior presidente de las Cortes, supone una cifra brutal en sus ingresos, al tiempo que dicen que la hípica que posee en aquella Comunidad, está valorada como «0» euros en su catastro, lo que hace que su IBI sea ridículo y, al mismo tiempo, la situación indignante, pues son estas personas con relevancia nacional, las que tenían que dar ejemplo. Por otro lado el partido catalán «Ciudadanos», reconoce haber «tomado» de unos fondos destinados a obreros unos 300.000 euros, se descubre el pastel y la alta justicia catalana llega a un acuerdo con los «listos» para que devuelvan el dinero y «en paz». Que devuelvan el dinero es lo natural, pero el hecho de haber «robado» esa cantidad, o digamos inocentemente «tomarla prestada», tiene que tener alguna penalización, alguna inhabilitación según argumentan otros jueces o antiguos jueces de reconocido prestigio.
Que con la que está cayendo, los señores políticos se dediquen a tomar «esos préstamos», además de recibir las subvenciones que no nos explicamos mantenga el Gobierno, es indicar a los demás españoles lo que tienen que hacer: tomemos «prestado» de donde sea, lo que podamos y, si nos pillan, lo devolvemos y en paz; y si no nos pillan pues mejor para nosotros.
Naturalmente sigue habiendo, en todas partes, políticos honestos, que se desviven por los ciudadanos, por España, y son ellos, precisamente, los que tendrían que actuar en estos casos, para erradicar esa ponzoña que afecta a la clase política, de la que los españoles abominan, cuando lo que tienen que hacer es prescindir de los malos políticos, cuyas faltas están muy bien definidas en nuestro magnífico diccionario.
Y por si fuera poco, en alguna región española, otros políticos, empeñados en independizarse, burlando la Constitución. Los españoles esperamos que el Gobierno actúe con contundencia con todas las armas que la Constitución les brinda, anulando a estos locos que pueden meternos en un lío y que, encima, se dedican a protestar cuando el Ministro del Ejército, en el Día de la Pascua Militar, «se atreve» a decir algo que se supone, que el Ejército está para asegurar la sagrada unidad de España. ¡Pues claro!