En vísperas de la Feria, Antequera espera visitantes, venidos expresamente desde tantos puntos; otros, emigrantes hace años, que no se pierden por nada pasar estas fechas en su tierra, junto a los suyos, familia y amigos, y recuperar en unos días el tiempo pasado añorando sus calles, sus plazas, los bares de su juventud –también todos modernizados– con sus amigos, sus iglesias…
Se van a encontrar una Antequera preciosa, con nuevas plazas, con obras en el paseo… y sobre todo, contenta por tenerles aquí. Pero se puede mejorar la cosa, si recordamos unas fotos del alcalde Manuel Barón y Eugenia Acedo en La Villa Romana de la Estación, que presentaba jaramagos de un metro de altura. Bajo ellos, parte de una gran vivienda romana, con un precioso mosaico y ricos mármoles, que permiten asegurar que dicha villa se extiende por debajo de la actual carretera. La aparición de cabezas de figuras, de adornos, evidencia una riqueza impresionante correspondiente a una época histórica sin parangón en la historia de la Andalucía Romana.
Pues bien; los jaramagos demuestran que alguien olvidó en un cajón el que iba a ser un proyecto rápido, como su importancia merecía, lo que coincidía con la salida de la Consejería de Cultura de responsables antequeranos que comprendían y valoraban la riqueza del hallazgo. El caso nos recuerda lo sucedido con Los Dólmenes, “dormidos” hasta que llegó Bartolomé Ruiz, que les está dando –personalmente y con la ayuda recabada por él de ilustres historiadores y colaboradores— la importancia que merecen, de lo que su propuesta como Patrimonio de la Humanidad, es el mejor ejemplo. Pues algo así están pidiendo La Villa de la Estación y otra gran olvidada, Singilia Barba, toda una gran ciudad romana, cubierta hoy de tierra para preservarla por los mismos motivos que la Villa.