El tema del acoso escolar está desgraciadamente de total actualidad. La forma de relacionarse con los demás es un ámbito en el que hay que ayudar a los más pequeños a desarrollar estrategias adecuadas de comunicación interpersonal basadas en el respeto y el autocontrol.
Tratando de minimizar esta problemática se atribuye su ejecución a “cosas de niños” y no se le da la importancia que merece desde el primer momento. No es necesario utilizar la agresión a los demás para resolver las dificultades o discrepancias, es más, no está justificada en ningún caso. Todas las actitudes agresivas intencionadas y repetidas adoptadas por uno o más estudiantes contra otro u otros son acoso escolar o bullying.
En la raíz de esta problemática se encuentra una base educativa en la que el respeto es imprescindible, la tolerancia, la empatía, la compasión, el autocontrol… Y también la amistad y la ayuda al otro. Que los padres estén atentos y dispuestos a ayudar a relacionarse a sus hijos desde el respeto es básico. El modelo de referencia en el que los más pequeños se miran debe rebosar no sólo respeto sino también humildad y una actitud de intransigencia ante estos comportamientos, imprimiendo castigos acordes a lo sucedido para que no vuelva a ocurrir.
Además de los educadores también existe otra figura relevante en este contexto y son los testigos u observadores de estas conductas de acoso. Con un papel activo, es preciso que den un paso al frente y ayuden a la víctima. Ser testigo pasivo también supone una connotación cómplice para con el ejecutor.
En una época en la que el ciberacoso, o acoso virtual a través de las redes, ha cobrado auge debido a la inmediatez del daño que produce, su gran alcance y el anonimato del acosador, cada vez es más necesario que seamos parte activa para acabar con este maltrato.