martes 3 diciembre 2024

Adulterio

Según nos define la RAE la palabra adulterio significa, una relación sexual voluntaria entre una persona casada y otra que no es su cónyuge. También nos da otras palabras afines o sinónimos como amancebamiento, concubinato, infidelidad… Personalmente me quedo con infidelidad, con el encubrimiento, la mentira que a la postre es, a mi parecer el peor de los pecados, es, el pecado elevado a la máxima categoría.

Coinciden muchos historiadores en que la pareja como forma de convivencia, apareció hace unos 12.000 años durante la transición de las sociedades nómadas, cazadoras-recolectoras a comunidades agrícolas y ganaderas, sedentarias. Es, con el sedentarismo la aparición de la agricultura y la ganadería, cuando se genera simultáneamente la propiedad. Todo ello influiría e induciría a la trasformación de la pareja, convirtiendo la sexualidad en prácticas monógamas, garantizando con ello la continuidad del patrimonio familiar. Pero, mirémoslo un poco desde la genética.

Homo sapiens surgió hace unos 200.000 años atrás, mucho antes de la mencionada transición y posterior formación de las parejas, mas aún, si nos acercamos a los hominoideos. La ciencia ha confirmado la existencia del Australopithecus ramidus en la época del Mioceno, entre 5 y 25 millones de años transcurridos. Teniendo en cuenta que durante muchos miles, millones de años el ser humano desconocía como se producía la fecundación de la mujer, (no siempre que yacían hembra y macho quedaba ella fecundada) pensaban ellos que era producto de la bendición y los dones que les otorgaba la Madre Tierra, por lo que era la propia genética, quien les infundía las pulsiones, vehemencia y el deseo encaminado hacia la preservación y mejora de la especie, de tal manera que las hembras, sin tener conciencia de ello, debían elegir al más sano, al más fuerte, aquel macho que les garantizase una descendencia sana y fuerte capaz de sobrevivir a las inclemencias climáticas y poder caminar pronto junto al grupo. El macho, igualmente, sin más razón ni conocimiento del porqué, su impronta marcada en los genes, consistía en conseguir sin saberlo, fecundar el máximo de hembras.

Durante la Edad Media, consolidado el matrimonio como forma de convivir en pareja, se llegan a demonizar las practicas sexuales, recrudeciéndose incluso las medidas, los castigos, a aplicar en caso de adulterio. Curiosamente es, la mujer que siempre se llevó la peor parte, en caso de cometer adulterio, podía ser condenada a horribles castigos y muerte. El hombre, siguió gozando de una cierta… libertad, para seguir “inseminando” allá por donde sus impulsos, le llevaran. Sin saberlo, sin querer reconocerlo, el macho prefiere, se deja, seguir siendo empujado por sus genes y, sin ser conscientes de ello, ni del daño que acarrea, arrastra y le cuelga a toda la familia sus consecuencias, continuando y dando rienda suelta a sus instintos.

Vivimos, se dice, que éste es ya el siglo XXI, que estamos civilizados, hemos evolucionado, mejorado la especie. Sin duda el ser humano ha cambiado, tanto que inclusive, está modificando el clima del Planeta, pero, ¿en que hemos mejorado y en cuanto podemos mejorar? La sexualidad, tema vital y principal en el adulterio, muy pocas sociedades se han atrevido a tratarla con la atención que requiere dada la importancia y repercusión en nuestras vidas y en toda la comunidad en general. Los lupanares, (burdel, mancebía, prostíbulo), ya existentes en épocas romanas, siguen sin modificar su finalidad y contenido.
Los humanos tenemos que aprender de una vez por todas, que el razonamiento nos tiene que servir para aplicar el respeto con sinceridad a través de la empatía, para generar mejoras formas de convivencia. Si va usted a un lupanar, sea sincero y valiente, llévese a su pareja también, igual ella hace un “esfuerzo” pasa de genes y también decide… disfrutar.

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