A los que amamos la Enseñanza y la Educación nos parece estar seguros de que todo es conocido. Sin embargo, estupideces de gran calado saltan a la palestra para que los medios de comunicación llenen los minutos que les sobra del Deporte y de la corrupción con anuncios a bombo y platillo de noticias que son todo un bombazo de falso consenso social.
Alguien tiene que dar la voz de alarma. Ha llegado el momento de decir a estos políticos ineptos –delegados y consejeros de Educación–, a los que se encuentran al frente de organismos con subvenciones, pero que no conocen el valor de la palabra esfuerzo y seriedad, que ya no queremos escuchar más tonterías y bobadas.
El II Plan de Igualdad de Género de la Junta de Andalucía que pretende distinguir ambos sexos obligando a profesores hablar de alumnos y alumnas, vuelve a presentarse como la mayor estupidez de la administración que dice nos gobierna. Todas las medidas para erradicar la violencia de género y las actitudes sexistas en el ámbito educativo no pueden buscarse en el uso de las palabras.
Hemos caído en una bajeza de nivel intelectual y compromiso cultural que no tiene límites. La educación perdida totalmente en las familias se ha entregado a Colegios e Institutos y en estos, donde existen cientos de profesionales comprometidos con su trabajo de entrega y dedicación al alumno, ya no se sabe cómo capear los anuncios de estas medidas.
La Educación no es sólo un juego de palabras. A más de un político, ¡perdón!, política, habría que recordarle que la palabra convence, pero que el ejemplo es el que arrastra. Así, déjense de tonterías y prediquen con el ejemplo: trabajen más y no nos tomen el pelo; eleven los niveles y no concedan títulos a diestro y siniestro; y no quieran ver que utilizar alumno en lugar de alumna es el causante de la violencia de género.
Dedíquense a entender, al menos desde Andalucía, el significado del lenguaje. Utilicen era para decir que LA EDUCACIÓN NO ES LO QUE ERA y no se equivoquen en poner ERE en lugar de ERA, porque entonces deberán sentir vergüenza.