Ya sé que las cosas, como cualquier día de mi vida, no suceden a mi gusto, bueno, algunas sí. Hoy. Vengo de visitar a una amiga. La acaban de operar de la rodilla, pongamos que se llama Marta. Bien, Marta es una corredora empedernida, ha ganado varios maratones importantes y ahora tendrá que dejar de correr por una buena temporada. Pero lo importante es que el cirujano nos ha dicho a que todo irá de maravilla y que los dolores intensos que sentía ya no los notará más.
En un momento en que su marido y el mío han salido de la habitación para ir a la cafetería, Marta me comenta, hay que ver estos días cómo les ha ido a las mujeres y a esos pobres niños de Castellón asesinados por su padre. La de veces que he corrido estos años con mi pañuelo morado, en contra de los abusos y de la violencia de género.Asiento y las dos hablamos del tema.
Acto seguido se ha incorporado un poco me ha mirado y me ha lanzado un reto: Carmen empieza a entrenar que vas a correr en mi lugar. La cara de interrogación y estupor que he puesto ha debido de ser de película. Venga, ha rogado, no te estoy pidiendo que llegues la primera solo te pido que participes. Que no se quede un hueco. Ya ves con sólo pensarlo, la pierna me duele menos. “Tú me quieres mal le he soltado levantándome del sillón, mejor dicho estás loca”.
Se ha reído como solo ella sabe hacerlo, con pierna desquiciada y dolores postoperatorios de narices y enseguida: esto es ser amigas, es lo que tiene. Vamos Carmen que las muertes de esas mujeres no queden impunes. Si el sistema o la justicia no llegan, lleguemos nosotras, hagámonos notar, si tú eres sensible al tema. Que les digo, mañana añado más presión a mis marchas. Comienzo a entrenar.