Como el amor a primera vista… Fue terminar de estudiar Técnico de Cuidados Auxiliares y al hacer mis prácticas, me enamoré. Fue un amor a primera vista con las personas con discapacidad intelectual. Había encontrado el trabajo de mi vida.
Empecé a buscar mi sitio y di con ADIPA. Me dieron la oportunidad de trabajar en sus Viviendas Tuteladas y pronto entendí lo que pedían de mí… procurarles una mejor vida. Lo primero que sientes al entrar es que son personas supercariñosas y que necesitan de un tacto especial. En una casa hay normas de convivencia para que todo funcione pero también hay un cariño que sientes y haces sentir. Desde el primer día hubo conexión.
Te esperaban para hacerte bromas, para contarte sus cosas, sus problemas y de ahí nació mi amor por ellas. Es un mar de sensaciones. Cuando me quedé embarazada, ellos me cuidaron. La sensación de recibir a un chico que llega nuevo a la Vivienda, saber que tiene una oportunidad. La sensación de no saber si lo haces bien y que alguien te acaricie el pelo… ahí te das cuenta… y te lo terminas comiendo a besos. Ellas, mucho o poco, te lo dan todo, todo a cambio de nada. Yo no les acojo, ellas me acogen a mí.
Por eso, cuando de pronto, sentados en una terraza, escuchas: “Mamá, ese hombre es raro,…¿está malito?”, tu mundo tiembla y no sabes qué respuesta dar. Y quizá la respuesta sea lo natural, la normalidad… ojalá algún día. La discapacidad intelectual es algo natural… como el amor a primera vista.