viernes 22 noviembre 2024
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Bautizados en el Espíritu en tiempos de coronavirus

El mensaje del Evangelio ha de iluminar y fortalecer nuestra vida en tiempos de coronavirus. La vacuna es como un nuevo bautismo para fortalecer nuestra salud y vida. Es una esperanza de vida y todos tenemos el derecho y obligación humana de ponérnosla. No son tiempos para correr y contagiarnos de nuevo. Dios nos anima desde la fuerza de su Espíritu que habita en nosotros a seguir cuidándonos y cuidando a los demás con las precauciones necesarias, con humildad y sentido común. No es tiempo para los tristes y pesimistas sino para los optimistas que saben reír y confiar en Dios. Es el  momento propicio para basar nuestros proyectos en lo mejor que cada uno lleva dentro de sí mismo.

 Juan el Bautista representa el esfuerzo de los hombres y mujeres de todos los tiempos por purificarse, reorientar su existencia y comenzar una vida más digna. Este es su mensaje: “Hagamos penitencia, volvamos al buen camino, pongamos orden en nuestra vida”. Esto es también lo que escuchamos en el fondo de nuestra conciencia: “Tengo que cambiar, debo ser mejor, he de actuar de manera más digna”. El bautismo de Juan es un bautismo de cambio y conversión.

Por otra parte, el bautismo de Jesús encierra un mensaje nuevo que supera radicalmente al Bautista. El mensaje del Maestro es claro: con Cristo, el cielo ha quedado abierto; de Dios solo brota amor y paz; podemos vivir con confianza. A pesar de nuestros errores y nuestra mediocridad insoportable, también para nosotros “el cielo ha quedado abierto”. También nosotros podemos escuchar con Jesús la voz de Dios: “Tú eres para mí un hijo amado, una hija amada”. En adelante podemos afrontar la historia no como una “historia sucia” que hemos de purificar constantemente, sino como el regalo de la “dignidad de hijos de Dios”, que hemos   de cuidar con gozo y agradecimiento.

Recordemos que ese Espíritu que desciende sobre Jesús en el Jordán al ser bautizado es el aliento de Dios, que crea la vida, la fuerza que renueva y cura a los vivientes, el amor que lo transforma todo. Por eso Jesús se dedica a liberar la vida, a curarla y hacerla más humana. Es por ello que los primeros cristianos se sentían bautizados por Jesús, no con agua sino con su Espíritu.

Vivimos tiempos difíciles en donde bajo  una falsa  libertad y democracia se quiere apagar el Espíritu de Dios y el Espíritu de la Vida. Esto lo muestra la aprobación de la ley de la Eutanasia, ley que bajo el prisma del hombre utilitario, descarta a los ancianos y a los que sufren con una ley para la muerte en lugar de ofrecerles paliativos para evitar el dolor. Como nos señalan nuestros obispos, como cristianos revelémonos contra esta ley de muerte invitando a todos a no poner la eutanasia en el testimonio vital.

La realidad humana marcada hoy por el miedo del coronavirus y a la vez por la esperanza con la llegada de la vacuna, nos habla claramente que sin la presencia de ese Espíritu de Dios en medio de nosotros, todo se apaga en el cristianismo, la confianza en Dios desaparece, la fe se debilita. Jesús queda reducido a un personaje del pasado, el amor se enfría y la Iglesia no pasa de ser una institución religiosa más. No hemos de engañarnos. Si no nos dejamos reavivar y recrear por ese Espíritu, los cristianos no tenemos nada importante que aportar a la sociedad actual, tan vacía de interioridad, tan incapacitada para el amor solitario y tan necesitada de esperanza.

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