viernes 22 noviembre 2024
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Borracho, cha

No, hoy no les ampliaré más detalles acerca del vocablo utilizado de encabezamiento. Creo que cualquier lector que se precie, sabe perfectamente su significado, pero verán… lamentablemente, ¡ha vuelto a ocurrir!
 
En el término municipal de Aguasal, Valladolid, en el kilómetro 83 de la CL-602, dos ciclistas, dos personas con familia, misma edad 32 años, misma causa de su muerte, atropellados por un automóvil conducido por una persona… borracha.
 
Tristemente los accidentes en carretera, con implicación de ciclistas o no, se siguen produciendo. Personas que a diario quedan en el asfalto, es el precio que pagamos en esta sociedad denominada de los avances tecnológicos. Pero ¿y qué pasa con el avance de las personas, que hay acerca de su educación y de su preparación intelectual para la convivencia, qué hay de las responsabilidades que adquirimos como seres humanos adultos ante una sociedad donde cada vez hay más competitividad, donde cada vez se nos exige más, inclusive a la hora de… divertirnos?
 
El borracho pierde el dominio de sí mismo, la embriaguez le hace entrar en una fase de atontamiento mermando sus facultades, sus constantes vitales sufren importantes alteraciones, se adormecen sus actuaciones, y lo más importante el exceso de alcohol, transporta al individuo a un estado de enajenamiento educacional, el axioma de la irresponsabilidad es en esos momentos irrefutable.
 
Para un individuo de unos 70 kilos de peso, una lata de cerveza de 33 centilitros, más vino 1,5 vasos de 45 centilitros, más whisky 1 vaso 45 centilitros, es suficiente para superar la tasa de alcoholemia en aire respirado. Consultadas fuentes de la DGT he podido constatar la insistencia y resistencia a dejar de conducir ejercida por muchos conductores, empeñados en seguir conduciendo a pesar de haber superado las tasas permitidas por ley, inclusive manifestando palmarios síntomas de borrachera a simple vista. La reiteración en este delito es por desgracia más común de lo imaginable.
 
Estamos una vez más ante una falta de educación, civismo e irresponsabilidad del ciudadano. Se está poniendo cada vez más de manifiesto la falta de sentido común, por desgracia el menos habitual, el más aborrecido. Aquí, el yo, lo mío, mis necesidades, mis exigencias, mis derechos… Lo quiero y lo quiero ya, y no me importan los medios, al carajo la empatía.
 
Lamentablemente la humanidad, las personas que configuramos la actual sociedad, estamos asistiendo atónitas a una decadencia brutal, en la cultura de la responsabilidad, ésta al igual que muchas otras formas de cultura, está desfasada, pasada de moda, no “mola” ser culto, no “farda”… yo “paso”. Ceder el paso en una acera a una persona con dificultades motrices es algo que nos enseñaban de pequeños a los que andamos parejos con la edad de televisión española, era algo que teníamos obligatoriamente que hacer, sopena de exponernos a recibir un severo correctivo. El no escupir en plena vía pública, el no tirar papeles, colillas de pitillos, o botellas y botes de alcohol vacíos por doquier… Y por descontado, si un día te emborrachabas, pues a dormir la mona. Claro que tampoco disponíamos, ni por asomo tan fácilmente como ahora, de un vehículo a motor.
 
Educar es una incomodidad. Un arduo trabajo que los padres no tienen ganas, ni disponen de tiempo para emprender. El individuo está irrumpiendo, cada vez a edad más temprana y con menos tiempo a la educación, en una sociedad donde no hay sitio para la educación, en una sociedad donde los padres de la misma se incluyen en las mismas disyuntivas y problemas de tiempo, comodidad y desganas para educar, que el resto de padres. ¡¡Cuánto trabajo estamos derivando, trasvasando hacia… los abuelos!!
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