Vienen días felices, de relax, asueto, de engalanar la ciudad y los corazones, del trasnoche y la ensoñaciones, de la fiesta por excelencia: la feria. Soy una enamorada de la feria, de sus olores a nardo y jazmín, colores, bullas, del rebujito en buena compañía, música y lo mejor, el gentío. Esa gente, a la que tanto me parezco que no le teme al calor para vivir la feria de día, y de noche si el cuerpo aguanta. Aunque escasa de arte me mueven los lunares y volantes, el son de una guitarra y ese instrumento de percusión que nos pone tan alegres ¡qué bien suenan las castañuelas!
Tiene buen sabor nuestra feria. Una entrada pregonera con regidora y un patio del Ayuntamiento bellísimo. Es posible que este año hayan podido buscar alguna solución, ya que el espacio limitado e invitaciones y reservas excesivamente numerosas, apenas es posible dar comodidad a quienes deseamos oír el pregón sin contarnos entre los elegidos. Pero por fortuna hay una hermosa galería donde caben cientos de sillas para dar cabida a todos. Y aunque dicen las malas lenguas que el Consistorio no quiere poner tantos asientos porque ha de pagar un alquiler, sinceramente, no me lo creo; primero porque es una minucia comparado con el gasto de los festejos, y en segundo lugar, esa noche de apertura es mágica, es un saber vender la ciudad con total garantía de éxito, y es hacerla brillar con intensidad sabiendo que competimos con nuestra capital.
Vamos a vivir un nuevo pregón que nos llenará de orgullo, una regidora que ensalzará a la mujer antequerana y una feria, que como siempre sabrá a poco y nos dejará buen sabor de boca. Seguro que el equipo de gobierno está haciendo bien su trabajo y nos sorprenderá de forma grata. Es nuestro deseo.