Enmarcada en los actos del VI Centenario, dictó el otro día una interesante conferencia don Juan Benítez acerca de los romances fronterizos que hacen referencia a la toma de Antequera. Los romances –citó a Unamuno– «completan y humanizan la Historia». Desde luego; pero, si no aportan dato histórico ¿cuál puede ser su interés real?
Pues, como tantas cosas, eso no se descubre hasta que se prueba. Y el contenido de leyendas y romances revela una enorme eficacia evocadora de lo que se ha dado en llamar intra-historia; es decir: ¡el núcleo aún caliente de los hechos! Su lectura es como una película o un tebeo que se las arregla para hacer presente la polvareda de los caballos, el hambre de los sitiados, el valor de los guerreros y sus amores, etcétera. Así que esas leyendas y romances son un tónico para la «inteligencia emocional» que es la forma de acercamiento que empatiza con las cosas, en este caso con el pasado antequerano: «De Antequera partió el moro / tres horas antes del día»… y nuestros alumnos deberían aprenderse de memoria el resto, sabiendo qué es lo que el moro portaba «en la su mano». Y conocer el nombre de los enamorados de La Peña y acercarse al dramatismo de su amor imposible. ¡Esos amores son grandes –como el de Romeo y Julieta– porque fueron cantados!
¡Antequera ha tenido el alto honor de ser cantada! Y aunque la pluma del poeta «no embota el fierro de la lanza» (J. Manrique) ni está para quitarle hierro a nada…el amor requiere que el pasado se convierta en crónica del alma y lugar de suave melancolía. Como la de aquel mensajero: «… y cuatro lanzadas traigo / la menor me llega al alma».