Desde el comienzo de su vida pública, Jesús escoge a unos discípulos y los prepara para anunciar la Buena Nueva. Hoy, el evangelio recuerda el primer ejercicio práctico que hizo Jesús con ellos: los envió como predicadores de su mensaje.
Y cuenta la escasez de medios con que partieron: debían llevar «un bastón, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto». Y los discípulos marcharon «ligeros de equipaje».
Los mandó y fueron. Se fiaron de la persona de Cristo Jesús. No se pusieron a analizar las dificultades, ni los pocos medios con que contaban. Los mandó, se fiaron de Él y partieron a anunciar su Palabra. Y es que la fuente de la fe cristiana es Jesucristo.
La segunda lectura es el himno de la carta a los Efesios. Y nos presenta algunos rasgos de la fe:
El primero: Nuestra fe es inseparable de la persona de Cristo Jesús. Por lo que la fe cristiana es mucho más que un mensaje ético. Su fuente y motor es la vivencia íntima y personal de Cristo, muerto y resucitado. Él es nuestro gran tesoro, a él llevamos en nuestro corazón.
En el segundo rasgo bendecimos al Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque en él, nos ha otorgado: una elección, una bendición y un destino.
Una elección, porque para Dios no somos seres anónimos, sino que cada uno es un «tú», elegido amorosa y gratuitamente por Él.
Una bendición, porque «en la persona de Cristo» Dios nos ha bendecido «con toda clase de bienes espirituales». En Jesús podemos conocer el misterio de Dios y el misterio del ser humano que tanto nos cuesta comprender y que Jesús nos revela.
Y un destino, porque «en la persona de Cristo», nos ha destinado a ser hijos de Dios, al que podemos llamar Padre.
Y el tercer rasgo que presenta, es que por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Es decir, Dios nos sigue amando, comprendiendo y perdonando a pesar de nuestros pecados. A esto, san Pablo llama: “un derroche de gracia, sabiduría y prudencia para con nosotros”.
Hoy, los enviados a comunicar a los demás la alegría que trae Jesús, somos nosotros, todos los cristianos. Y lo haremos mejor, cuanto más centrada esté nuestra vida en Cristo Jesús. En él, al que creemos, amamos y seguimos.