Hace ya unos añitos, allá por finales de los años 70, TVE suspendió la emisión de “Mazinger Z”. Los infantes de la época padecimos nuestro primer trauma. La excusa fue el alto grado de violencia. Si aquellos defensores de la integridad televisiva levantasen hoy en día la cabeza, no les digo nada. Meses atrás, una plataforma digital de cine y series de televisión, puso en su parrilla una serie que ha dado la vuelta mundo, “El juego del calamar” de Hwang Dong – hyuk. Con altos índices de audiencia, llegó incluso a colapsar la plataforma.
Vista la serie, es entretenida, con momentos muy logrados en cuanto a tensión entre los personajes y con una filmación muy correcta. Pero su máximo logro ha sido la promoción (consciente o inconsciente). Suficiente decir “no se vea”, “no se toque”, para que la vea todo hijo de vecino. Desde Adán y Eva (pasaje del paraíso) sabemos de la efectividad de dichas negaciones. Un marketing muy antiguo y efectista 100 por 100, si está bien hecho. Ahí tenemos a “Caballo de Troya” de J.J. Benítez (como ejemplo literario), “Bola de dragón” (como ejemplo televisivo)… y tantos otros. “El juego del calamar” nos habla de una sociedad egoísta, hipócrita, necesitada, y avariciosa, con algún que otro rayo de esperanza humana, de humanidad. ¿Me encantaría saber qué control de internet, horarios televisivos… tienen aquellas voces autofragelantes, sobre sus hijos e hijas o incluso sobre ellos mismos? Seguramente sería tan sorpresivo como el final de la serie.