viernes 19 abril 2024
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El viajero del mundo

Enseguida nos dimos cuenta de que el día iba de lluvia. Los paraguas aburridos en el paragüero, se extrañaron de aquella salida al mundo. Caía agua sin misericordia y la disfrutábamos. ¿Desde cuándo no sentíamos esa lluvia a cántaros? ¿esa tormenta atronadora sobre nuestras cabezas? Me pasó con velocidad ascendente una imagen de Edimburgo y su constante cambio meteorológico, en horas, en minutos, y aquella lluvia torrencial en pleno Julio cuando ascendíamos entusiasmados hasta el monumento a Nelson en Caston Hill.

En ese instante, entre nubes de tempestad y charcos enormes, fue cuando me acordé de un ilustre escritor nacido en esta ciudad, Sir Artur Conan Doyle, el descubridor del mejor detective de todos los tiempos: Sherlock Holmes, al que a pesar de crearlo y describirlo hasta la saciedad, construirle una mente privilegiada y un físico muy estudiado, Doyle no lo tenía en estima. Extraño ¿verdad? No sé cómo un escritor diseña un personaje que no le gusta y al que realmente “mató” en una de sus novelas. No sabemos si este gesto reflejaba que le tenía un poco de envidia a su figura, porque Sherlock alcanzó una popularidad extraordinaria. Lo cierto es que en “El problema final” Sherlock hallaría la muerte, pero el público se lo tomó muy a mal Insultaron a Doyle, le mandaba anónimos con amenazas serias, en fin, Doyle tuvo que “resucitarlo” en “La casa deshabitada”, aunque antes ya apareció en “El sabueso de los Baskerville” pero lo hizo astutamente sin ponerle fecha a la edición.

Viajó Doyle a lugares remotos, esto ensanchó su prolífica mente y su conocimientos del mundo y de las personas. Este escritor, que era médico, fue un notable activista y tuvo una debilidad que no fue muy bien vista en su tiempo, defendió el espiritismo y la existencia de las hadas, esto se puede apreciar en algunos de sus relatos cortos y en las novelas de Holmes.

Fue a este último al que se le atribuyo la famosa frase “elemental querido Watson, elemental”. Pero curiosamente esta expresión no está escrita en ninguno de sus libros. Esta famosa locución nació cuando el cine puso sonido e imagen a estos textos que se convirtieron en la vanguardia del género criminal en cuanto a novelas se refiere. ¡Elemental!

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