En plena Cuaresma, donde nunca está de más de recordar que se trata del periodo en el que Jesús permaneció solo en el desierto antes de principiar su magisterio público, quiero imaginarme y pensar… Quiero imaginarme un mundo más justo, con un reparto más igualitario de la riqueza, con una mejor distribución de la comida que acabe con tantas muertes y con tanta desnutrición en los países del tercer mundo… Pero eso, quiero imaginarlo. La agonía que caracteriza al ser humano lo harán casi un imposible; únicamente las grandes personalidades como Gandhi que nunca tuvieron apego al dinero y que son las que no proliferan podrían hacer ese mundo más justo.
Anhelo pensar a la vuelta de la esquina en un mundo sin guerras. No acaba de entenderse que Europa y el resto del mundo sea testigo directo de la destrucción de ciudades de Ucrania, de regiones que tenían consolidada una importante economía y que tardará años en recuperar la normalidad si es que se consigue.
Quiero imaginarme la creación de un Estado Palestino que de garantías jurídicas a un pueblo que está sufriendo un genocidio causado por quien lo vivió en sus propias carnes. La muerte con alevosía y el exterminio de población no pueden entenderse en pleno siglo XXI donde el derecho a la vida debería ser la garantía para cualquier ser humano.
Quiero imaginarme que en mi país, España, la categoría humana, el valor de la persona y la importancia de los valores vuelvan a ser los protagonistas. Pero difícilmente se convertirá en realidad. La mirada a una hemeroteca reciente, valga como ejemplo la sesión del pasado martes 30 de enero en el Congreso de los Diputados, afianzan cuanto digo. La falta de escrúpulos por muchos de los intervinientes; el chantaje de la señora Nogueras; la ineptitud, sí, así de claro, INEPTITUD de Francisca Armengol, que hace las veces de vicaria de las gestiones parlamentarias pero que no tiene autoridad alguna para el desempeño de sus funciones y, por señalar alguna que otra perla, la socarronería del advenedizo Gerardo Pisarello, un profesor de Derecho Constitucional que habrá que poner en tela de juicio todo cuanto dice teniendo en cuenta como lo dice, son muestras más que suficientes para de una vez por todas levantarnos, echarnos a la calle y recuperar la España vendida, la España que entregada a Puigdemont está siendo chantajeada sin el más mínimo de los escrúpulos.
Quiero pensar que he tenido un sueño pues no concibo en España un chantaje al Estado dentro del propio Estado. Aún menos, luego de la enorme labor de concienciación, saber pasar página y reconciliación que hicieron los padres de la Transición. Desgraciadamente no se ha tratado de un sueño, sino de una realidad a la que nadie se atreve a poner remedio.
Así, en plena Cuaresma, voy a seguir imaginando y pensando que será posible un mundo más justo si bien en otro espacio: el celestial y no el terrenal.
Y así, pensando e imaginando, quiero tener la certeza de que Jesús, al menos ante la inmediatez de la Semana de Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, no resucite pues vería que las lecciones de su magisterio han sido prostituidas y que las Cofradías y Hermandades deben trabajar mucho y bien no para ayudar al pueblo, que ya lo hacen y de modo impagable, sino para dejar de ser las mayores generadoras de celos y de envidias donde una gran mayoría hace gala del cargo que ostenta para no sentirse fuera de una sociedad a la que el cree que sirve porque vale, cuando el discurso debe imaginarse como que uno vale en cuanto tiene una plena actitud de servicio. Quiero seguir pensando que la Cuaresma podrá, hasta en sueños, darnos algunos cambios. Que así sea.