El rostro de la Virgen tenía una dolorosa expresión de asombro. Cambió sus lágrimas por admiración, y su rostro, triste y compungido, se vistió de serenidad. Después se dejó llevar sobre los hombros de jóvenes entusiastas que parecían mecerla, eclipsados por la belleza de la Madre y el magnífico atardecer septiembrino, prolongado hasta la madrugada, que les brindaron desde el cielo. Ella se dejó querer, recibió los aplausos como si fueran tiernos abrazos que le dispensaban a su llegada. Música y vítores, palmas y alegría porque la Virgen ha bajado a la tierra y se ha dado un largo paseo por las calles de Antequera.
A las cinco de la tarde comenzó el alboroto. La Santa que guarda el convento de Santa Eufemia preside. La bóveda celeste se abre y la reina de los cielos, comienza a desfilar bajo la advocación del Carmen, María Auxiliadora, Rocío, Rosario, Consolación y Esperanza, Vera Cruz, Piedad, Mayor Dolor, Consuelo, Dolores, Paz, Socorro y Soledad. Gloria y Pasión se ensamblan con fuerza y delicadeza. El dolor y la alegría caminan al unísono. La vida puesta bajo el manto protector de nuestra Señora. El amparo que necesitamos para sentirnos a salvo, lejos del temor. No es solo el sentimiento cofrade, es fervor y amor a nuestra Madre del cielo.
El Señor de la Salud y de las Aguas marcha en el último lugar. Quiere que todas vayan delante de Él como el padre guardián que cuida a cada uno de los suyos. Se siente feliz yeso que no han parado de pedirle peticiones a lo largo del recorrido: agua y salud se han ido alternando como si hubiera habido un acuerdo implícito. ¿Qué familia se libra de tener algún enfermo? O de la necesidad que tenemos de que los cielos lloren, un día tras otro, hasta convertir esos campos áridos, cuarteados por la sequía en cultivos que alivien el bienestar de todos.
Lo dijo con fe un hombre, entrado en años, en el recorrido alzando la vista, le pidió “Señor, una poquita de agua y lo que Tú mandes”. No hacían falta más explicaciones. En su corazón había un sitio destinado al Patrón de Antequera. Es posible que vaya a visitarlo a su iglesia y en el mes de mayo lo acompañe, cada tarde, como un peregrino más, de los muchos de Antequera y foráneos que acuden a su encuentro.
Fue un triunfo de Antequera. Se sabe bien querida por el Señor y las Vírgenes y los antequeranos necesitaban corresponder.