Nada fue nunca tan barato y tan embustero como la boca de un político a las puertas o en puertas de un proceso electoral. Como hablar y opinar sale de igual forma gratis, recordemos al menos cuanto decía mi apreciado y querido Antonio Garrido Moraga: “Si vamos a hablar, vamos a entender…”. Pues eso, hoy toca hablar de la vivienda, del peor de los males de los españoles que se quieren emancipar, de aquellos que en B quieren seguir haciendo caja y más caja a costa de sus propiedades y de tantos y tantos otros que vieron como sus terrenos se recalificaban a golpe de talón y convertían sus pastizales y eriales en terrenos urbanizables donde enriquecerse fácilmente. ¡Qué tiempos los del Pocero! ¿Lo olvidaron? Ahí están las hemerotecas.
En contra de lo que se diría, esto es con el agua que no está cayendo, se presentan nuestros líderes políticos prometiendo a diestro y siniestro la creación de más de 10.000 viviendas de VPO; muchas miserias mientras unos y otros, izquierda y derecha, permitieron desde los inicios del siglo XXI la brutalidad de convertir la vivienda en la más rápida y eficaz forma de enriquecerse. Harto estoy de decir que analizar de forma sería lo ocurrido en España en el último cuarto de siglo sonrojaría a propios y extraños.
La sociedad tan compleja que estamos creando: inmediatez, estupidez, improvisación, inteligencia artificial por encima de los valores humanos, aplauso fácil e importancia de la persona en función de los seguidores, no permiten más que una o dos respuestas unánimes. Una sería en no cuestionar la protección de los hijos y prohibir daño alguno sobre ellos, y la otra el derecho a una vivienda digna. Ahora bien, si en la primera los sentimientos hacen acto de presencia y con ellos no se juega en la segunda respuesta aflora el dinero y con el bolsillo hemos topado.
Pues eso, para el que se haya perdido, decir que se hace inadmisible, imperdonable e inasumible que una vivienda de dos dormitorios de poco más de 70 metros costara en el año 2000 un precio de 50.000 euros y en nuestros días haya alcanzado la friolera de 200.000 euros. ¿Se ha multiplicado el sueldo por cuatro? Dicho lo anterior, socialistas, populares, centristas, sindicalistas, todos, sin excluir a nadie, deberían sentir vergüenza ajena por haber convertido el ladrillo en el oro de la España del XXI.
Nuestros padres y abuelos tuvieron tiempo, familia, vivienda y valores…La juventud más formada, la juventud de cristal, va a tener que decir adiós a la generación de hierro durmiendo en cartones o, a lo más, en viviendas VPO que ahora, antes no se pudo, prometen nuestros gobernantes.
Nicolás Cabrillana que escribió El problema de la Tierra en Málaga. Pueblos Desaparecidos, lo hubiera tenido hoy bien fácil para escribir un texto que llevara por título La vergüenza de la España del siglo XXI: “La falta de vivienda para los jóvenes por la ausencia de gónadas en los gobernantes españoles”. Ahí, una vez más, lo dejo.