Etimológicamente una foliculitis se define como una inflamación de un folículo. Recordemos que cada cabello de nuestro cuerpo parte de un folículo piloso, dentro de esta concavidad se encuentran las glándulas sebáceas que producen el sebo cuya misión es lubrificar el cabello.
Normalmente las foliculitis se producen cuando un folículo de cualquier parte de nuestro cuerpo se obstruye, de esta manera quedan atrapadas en su interior bacterias que están presentes en nuestra piel, usualmente del tipo estafilococos (Staphylococcus aureus). Esto puede ocurrir tanto en hombres como en mujeres por acciones tan cotidianas como afeitarse, depilarse o por simple fricción de la piel con la ropa. No hay que confundir una foliculitis con una tiña, las tiñas siempre se producen por una infección por hongos. En el caso de las foliculitis habitualmente se forma dentro un poco de pus que hace que la zona se irrite y se enrojezca. Esto hace entre otras cosas que el pelo pueda arrancarse fácilmente o incluso que se vuelva crónica la infección en esa zona.
Los síntomas que produce una foliculitis son bien evidentes, se puede observar a simple vista una típica erupción cutánea acompañada de granos, prurito, salpullido y pústulas (espinillas). El médico dermatólogo establece el diagnóstico por observación directa, raramente es necesario un cultivo para diagnosticar el microorganismo causante de la infección. Lógicamente el tratamiento farmacológico incluye antibioterapia por vía tópica (mupirocina) o incluso por vía oral (doxiciclina). También se suelen utilizar antisépticos tópicos (Clorhexidina) tanto en jabones como en soluciones. Para finalizar, hoy reconozco que “un paso del ecuador” puede ser una magnífica ocasión para darse cuenta de lo rápido que pasa el tiempo y de la importancia de aprovecharlo bien.