Este lunes 25, nos dejó Bonifacio Porres Alonso, el Padre Bonifacio. Era el eterno padre trinitario, de hábito diario y boina. Siempre, y la palabra no azarosa, siempre estaba en la iglesia de la Trinidad, tanto por las mañanas como por las tardes, estaba en el confesionario, posiblemente sería el sacerdote que más ha confesado en estos últimos años. Era serio en el trato, pero humilde y silencioso. De él se podría aprender lo que significa la escucha asertiva, que tanto hemos experimentado al confesar con él.
Sin duda, la iglesia de la Trinidad se queda huérfana, su lugar en los bancos, su hábito trinitario, sus rosarios con su peculiar tono de voz, sus libros, su pasión. La Parroquia se queda huérfana para siempre.El vacío que nos deja, hará más mella en su propia comunidad de padres trinitarios. Se fue en silencio, como vivió. Se fue sin molestar a nadie, descansando de una vida orante, de la que ahora goza en plenitud.
Solo puedo decir, que desde que tengo uso de razón, frecuento la iglesia de la Trinidad; que desde que inicié mis días de catequesis en la parroquia, (ya ha llovido), han pasado muchos sacerdotes, recuerdo a Lázaro, al padre Manuel, Gregorio, Reyes, Pedro, Antonio, Antonio Aurelio, Francisco, Domingo, Eduardo, y ahora Ángel e Isidoro, amén de otros tantos… Pero ante tantos cambios, siempre estaba él, el padre Bonifacio era como el eterno abuelo que siempre está a pesar de los cambios y los venir e ir de padres trinitarios.Nos quedamos vacíos, sin ti.
Me quedo sin el sacerdote al que siempre acudía para participar del sacramento de la penitencia, teniendo que esperar turno para poder confesar. Hasta siempre, Padre Bonifacio, se te echará siempre de menos, pero nos quedamos con el consuelo de que sabemos que tenemos a otro ángel en el cielo que sabe de las profundidades de las almas antequeranas. Descansa en Paz.