El anillo ferroviario que se presenta como la apuesta del siglo en cuanto a un avance tecnológico de primera magnitud, deja en un segundo plano e incluso aparcados sus efectos negativos. Los tan traídos y llevados electoralmente puestos de trabajo parece que ni son tantos ni tan seguros para nuestra Ciudad. La empresa implicada en el proyecto tiene su propia mano de obra y personal técnico, aquí a lo sumo caería algunos pequeños contratos de personal con menor cualificación. Se viene hablando de las afecciones que sufrirán las aguas subterráneas que traerán consigo un profundo cambio en el ecosistema, y por tanto, unos efectos negativos en la zona de consecuencias imprevisibles.
Pero me voy a detener en la infraestructura donde se desarrollarán las pruebas. Un muro de tres a cinco metros de altitud en una extensión de kilómetros considerable que encierra casas de recreo, fincas de labor y lo que a mi juicio es peor, dos pueblos y una aldea que han luchado mucho por tener una salida económica en el exterior y van a ver cortadas sus alas de manera drástica e irreversible. Todo encerrado en un bloque de piedra que nos hace recordar unas épocas lejanas donde la defensa era vital para la vida en sociedad. Los ataques venían del exterior y había que estar bien pertrechados. Ahora hay que luchar contra decisiones políticas arbitrarias que sólo ven la realidad cuando interesa. Esa lucha por defender el medioambiente y preservar fauna y flora es discutible si atenta a otros intereses de mayor calado y cuestiona decisiones que se toman sobre el papel en despachos y secretarías en un breve espacio de tiempo para atraer fondos europeos y apuntarse el tanto. La naturaleza siempre es sabia y lamentaremos agredirla, es posible que se revuelva contra nosotros y nos deje algunas sorpresas que no nos serán muy agradables.
