Nuevo, lo que se dice nuevo no hay mucho. ¡Ah sí! El insulto de moda. “eres un ministro”. Para que vean lo que pueden llegar a decirse dos hinchas en desacuerdo con un partido de fútbol, cuyo arbitraje ha sido desafortunado.
Desafortunada la nueva ley de educación. Para esta sí tengo un vocabulario amplio y desechable.
Recuerdo los maniquís que yo veía de chica por los escaparates de Antequera. Tiesas, estiradas, de cera, sin vida, sin gestos, hieráticas. Yo imaginaba que pegadas a aquellas bases se sentirían incómodas. No poder andar deshacer la postura me parecía incómodo. Pero claro luego caía en que no eran de carne y hueso y que ni siquiera sufrían o pensaban. Aburrida, su vida me parecía aburrida. No sufrían esas eventualidades de la vida, nada de pesadumbre, pero tampoco ninguna alegría. Las consideraba víctimas sin existencia.
Pero cuando me traslado a la vida real, al día de hoy me doy cuenta que hay demasiadas damnificados que quisieran pasar por estas figuras huecas, porque doler, duele, aunque se nieguen en rotundo a ser víctima de las circunstancias políticas, sociales, económicas…
Nunca me gusta ser una víctima de nadie ni de nada y he luchado como una leona para no caer en sus garras, algunas, superado el trance, las veo de risa, de plástico, sin consistencia y me río a mandíbula batiente.
Creo que no a todo el mundo le será fácil desechar el rol de víctima pasiva, pues según los sabios para esto, hay que tener ideas locas y sentido del humor y algunos no es que no tengan el pan para bollos, NO, es que no tienen ni horno para cocerlos.
Las personas con el alma herida deben transformar el sufrimiento en pasión, dicen los expertos del espíritu. ¿Y esto cómo se consigue sin ser un robot, una muñeca de plástico, un hombre de cera?